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William Cruz Bermeo nuestro historiador de moda

Esta entrevista te hará pensar, luego te hará reír, pero sobretodo te hará conocer al autor de “Historia de la moda”, Cambios detrás de las siluetas (siglo VII a siglo XIX) y Referentes y siluetas del siglo XX.

Fotos cortesía de Silva/Moreno

William apareció en la vida de Fashion Radicals, por lo tanto en mi vida como editora de este portal, como un tesoro que siempre estaba buscando, pues llevaba varios días pensando que quería poder tener en las paginas virtuales de Radicals un historiador de moda y de repente, como en esa teoría de: el universo escucha, recuerdo perfectamente como el 14 de abril de 2010 llegó un e-mail que entre otras cosas decía así: Me pongo a su disposición si usted  llegara a necesitar, para su sitio, de alguna reseña o artículo sobre algo en particular referente a historia de la moda. Para mí sería muy grato y todo un honor poder colaborar. Atentamente, William Cruz Bermeo”.

Hoy Fashion Radicals tiene el honor y privilegio de tenerlo en sus espacios online, pero sobre todo tiene el gusto de entrevistarlo, pues actualmente William Cruz Bermeo lanza al mercado su libro “Historia de la moda”, en dos tomos: Cambios detrás de las siluetas (siglo VII a siglo XIX) y Referentes y siluetas del siglo XX, una valiosa investigación de la historia de la moda que tuvo el apoyo editorial de Inexmoda.

Comencemos por las preguntas difíciles: ¿Qué es la moda?

Es una pregunta compleja de resolver, la respuesta podría tener múltiples matices y enfoques teóricos; pero me quedo con la idea de que es un fenómeno surgido en la modernidad occidental en el cual la novedad se instala como un valor que dinamiza todas las acciones de la sociedad.  Es la valoración de lo nuevo por encima de lo tradicional; es el juego de las apariencias, de los placeres mundanos en el cual, de una u otra manera, todos estamos llamados a participar. Y estoy de acuerdo en que cualquier definición que se haga de la moda ha de contemplar lo fugitivo, lo transitorio como característica central de esa definición. Es en ese deseo por el cambio, en detrimento de lo estable y lo duradero, donde radica la esencia del fenómeno.

¿Por qué nos vestimos, nos adornamos, qué simboliza?

Esta está más compleja que la primera, y suele ser una pregunta que hago en la clase inaugural de mi curso en UPB; la mayoría de los chicos coinciden en que nos vestimos para protegernos. Pero esa respuesta que parece inocente no lo es tanto, y la contra pregunta es ¿para protegernos de qué? ¡Obvio, qué le pasa! ―pensarán todos—, pues del clima. Resulta que no, esa parece ser una razón muy secundaria, según los estudios que ya en 1929 hacía Flugüel.

La misma pregunta ha sido hecha por varios autores, pero el consenso es que vestirse corresponde a necesidades de orden inmaterial y material. Se habla entonces de tres funciones básicas que responderían al porqué nos vestimos: una función mágica motivada por la idea de protegerse de agentes intangibles o magias hostiles a las que el hombre primitivo no podía hacerle frente; es el caso de los amuletos y ornamentaciones primitivas, incluso solemos ponernos prendas para la buena suerte, por ejemplo.

La segunda es una función utilitaria que surge de la necesidad de atraer sexualmente; para nadie es un secreto que nos vestimos de cierta manera y hasta se piensa en la ropa interior ante la eventualidad de un encuentro sexual o para resultar atractivo ante otra persona.

Y la tercera es una función ornamental que se origina en el juego, en el deseo de ponernos cosas porque sí, o para diferenciarnos ante un juego de roles que es el que da inicio a cualquier proceso civilizatorio; creo que El señor de las moscas es un ejemplo de eso. Los niños están en una isla uniformados —metáfora del cuerpo desnudo― y al crearse diferencias entre ellos el juego de roles empieza cuando el más aguerrido se despoja del uniforme y se pinta el cuerpo con las sangre del cerdo, crea una diferencia en su cuerpo con respecto al de los otros.

¿Y dónde quedó el tema del clima? Pues es secundario, a veces puede resultar irrelevante para muchos, o qué explica la presencia de jóvenes vestidos de chaqueta y fular en un clima tan poco primaveral como el de la ciudad de Medellín, vestidos como para Bogotá; o el uso de botas altas y peludas como del polo Norte en las periferias de la ciudad. Con esto no quiero decir que estén mal vestidos, detesto el papel de gurú del “buen gusto”, tampoco incómodos, pues allí la comodidad no radica en que su ropa corresponda al clima sino en lucir conforme a lo que asumen como elegante o adecuado para la ocasión, es decir la comodidad toma un carácter sicológico, que pone la motivación de esa apariencia en el ámbito de lo inmaterial.

A lo largo de tu carrera como historiador, artista, docente, etc. ¿Qué puedes concluir de la historia de los seres humanos a través de la moda?

Si dijimos que la moda es un fenómeno de la modernidad, entonces deberíamos buscar una conclusión en la historia del hombre Occidental a través de la moda. Bajo esa perspectiva, puedo aventurarme a decir que la moda no deja exento a absolutamente nadie y que incluso en las épocas de crisis hay espacio para ella. De un lado, por más que una persona trate de retraerse al barullo del cambio constante, en ese proceso contribuye a crear nuevas modas, es decir nuevas formas de ser, de comportarse y presentarse ante los otros, y eso implica al vestido. Por otra parte, las guerras mundiales y los conflictos geopolíticos más recientes han demostrado que bajo esas circunstancias también han prosperado cambios y variaciones en la apariencia y en la cultura material, en el mundo de los objetos cotidianos. Para el primer caso, los mods, el jipismo o el punk serían ejemplos; para el segundo la Gran Guerra, pues fue el detonante de una visión del cuerpo femenino que supuso unos cuerpos libres y más ligeros de indumentarias, igualmente las historias de Olga Lengyel en Los hornos de Hitler, cuando cuenta cómo las reclusas en los campos de concentración pinchaban las yemas de sus dedos para extraer sangre y usarla para mejorar la apariencia y evitar así la muerte prematura. Mientras tanto los americanos debatían si era o no legítimo producir cosméticos en tiempos de guerra.  Ahora, si en la naturaleza humana existe un instinto hacia la ornamentación, como lo han sostenido varios teóricos, dicho instinto no sabe ni de guerras ni de crisis o de lo establecido (del mainstream), lucha por mantenerse y la moda le sirve para exteriorizarse.

¿En qué se parecen el arte y la moda? ¿Crees que se parecen y por qué?

Son dos cosas bien distintas pero guardan conexiones. Por más que el vestido haya llegado a los museos, o que la moda haya sido materia de expresión para algunos artistas o que las marcas de indumentaria vinculen a artistas para darle a su producto un aire de audacia y modernidad, los fines de la moda y los del arte parecen ser  bien distintas. Un diseñador de vestuario jamás gozará de la libertad irrestricta de que gozan los artistas, pues están condicionado a que su trabajo sea desde y para el cuerpo.  Ahora, en la historia de la moda hay  casos excepcionales en los cuales las propuestas de los diseñadores desdibujan los límites entre ambas cosas; pero tales casos han de ser analizados bajo el ambiente social y cultural en que se produjeron.

De este modo el encuentro entre el arte y la moda de la década de los treinta, materializado en las colaboraciones de Schiaparelli y Dalí responde, según mis pesquisas, a la necesidad del movimiento surrealista de no desvanecerse y de un mercado del arte atacado por la crisis de 1929, que impulsó a los artistas a prestar servicios a la industria de la moda. Igualmente, cuando hablamos del boom británico de mediados de los noventa y principios de la década de los ceros; dicho fenómeno se corresponde con las políticas culturales de Tony Blair y su coolbritania. Quizás sin ese ambiente cultural de los noventa, en el que Londres volvía a mostrarse como la meca de lo “cool” nunca hubieran prosperado los diseñadores que allí se formaron y que desdibujaron límites entre arte y moda, tal es el caso de McQueen, Galliano o Chalayan; por citar los más populares.

Al contar la historia de la moda una y otra vez en tus clases, charlas y ahora en libros supongo que siempre hay algo que te sorprende, algo en esa historia que siempre es novedoso. Cuéntanos, ¿Cuántas veces te ha pasado y qué has notado?

Me ha pasado infinidad de veces, y me sorprende ver cómo a los encargados de mercadear la moda la historia les resulta poco atractiva y en aras de hacerles entender su  valor me encuentro con que muchas de las tácticas que ahora se asumen novedosas ya habían sido puestas en marcha desde hace mucho tiempo. A mí la historia de la moda me ha llevado a entender, por ejemplo, que un sistema de la moda no se puede construir sin una política de Estado que lo apoye, así lo demuestra la Francia de Luis XIV y el colbertismo. También he entendido que la unión de talento para los negocios y el talento creador era una fórmula ya planteada hacia 1850-60 cuando Worth se une Bobergh y crean la Worth&Bobergh; o que los concursos de modelaje y de diseño eran la excusa perfecta para la búsqueda de talentos; así, en 1924 ya Jean Patou hacía lo más parecido a un reality para buscar modelos en Estados Unidos, y los concursos del Secretariado Internacional de la Lana, en la Francia los años cincuenta, pusieron en escena a personajes como Yves Saint Laurent o Karl Lagerfeld.

Podría extenderme severamente en la respuesta; pero en conclusión, creo que cada día encuentro más y más cosas que me dan la certeza de que la historia de la moda tiende a repetirse pero con otros protagonistas. Es como un guión que puede ser interpretado por distintos autores; es un acontecimiento, en sentido deleuziano ―si se quiere—, que se actualiza permanentemente.

¿Por qué crees, o así lo creo yo, que puedes contar la historia de los seres humanos modernos (sociales) a través de siluetas, telas y accesorios?

Bueno, porque como diría Eduard Fuchs, el vestido es el molde en que los cuerpos de una era toman forma. Esto significa que la ropa ha servido de paliativo para superar las deficiencias que occidente encuentra entre el cuerpo ideal y el cuerpo real. Y si el vestido hace parte de la cultura material, en él se han de reflejar entonces las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales de la cultura occidental. Esto hace que las siluetas sean la materialización del cuerpo ideal, y que los vestidos con sus telas y accesorios pongan de manifiesto no solo ideas estéticas sino también dichas transformaciones. La ropa casual, por ejemplo, no surge porque a Chanel o Patou se les haya ocurrido una idea muy creativa sino porque supieron entender que había una nueva conciencia frente al cuerpo que precisaba de otras formas vestimentarias para cubrirlo. Mi DioR, dijo que ninguna persona por sí sola podía cambiar la moda y que un gran cambio en ella se impone por sí solo; creo que tiene razón en lo primero pero a lo segundo yo agregaría que el cambio solo se impone si este corresponde a experiencias estéticas placenteras y a ciertas necesidades contextualizadas en un determinado grupo social. Por ejemplo, Jean Paul Gaultier nunca pudo imponer una falda para hombres, porque occidente es mayoritariamente judeocristiano y en ese contexto desde la Edad Media hemos determinado que los hombres llevan pantalones y las mujeres faldas; tan es así que solemos identificar el uso de los servicios sanitarios con grafías de falditas y pantalones.

De toda la historia de la moda cuál es la época más sorprendente, en términos de evolución creativa, es decir sin esa época o momento el mundo no sería lo que es…

Dos épocas. Los años de entreguerras; vista desde hoy la indumentaria de la época parece muy sencilla; pero es que si analizas solamente como cambia la planimetría de las prendas femeninas después de la Primera Guerra Mundial, ¡uno se queda pasmado! Creo que sin ese punto en la historia todavía habría mujeres de crinolina y hombres de levita. La otra, los años sesenta, allí la Revolución juvenil fue crucial para hacer del vestir una cosa más práctica, menos formal y más democrática; sin eso todavía habría mujeres al medio día vestidas con faldas repolludas al estilo del Dior de la segunda posguerra.

Y ahora la contra pregunta, de toda la historia de la moda cuál es el momento más insulso y poco relevante…

Creería que ninguno, pero si tuviera que elegir alguno para mí sería los años ochenta; no porque las prendas y el estilo me parezcan “feos”, sino porque la idea de que el progreso económico debía manifestarse no solo en la estridencia de la ropa sino en la marca me resulta obscena. Creo que la sutileza está por encima del consumo demostrativo, éste es una clave de ese periodo, y si creo en eso es apenas entendible.

Podrías contarme, desde esa historia pasado y presente, el futuro de la moda. Pronóstico personal y desde tu experiencia.

No sé a dónde llegaremos; pero sí percibo que la moda en tanto que industria ha entrado en una carrera loca y terriblemente acelerada buscando el cambio a grandes velocidades; hay una saturación de lo mismo que pareciera anunciar su propio declive. La veloz obsolescencia y destrucción de las prendas y de los objetos, el acortamiento de los ciclos de la moda son síntomas de una idea de la renovación constante llevada al paroxismo; y como toda idea que se lleva a los extremos tarde que temprano caerá en desuso; pero no creo que esto constituya el fin de la moda sino una transformación respecto a la noción de qué es la moda, qué implica seguir su lógica y en general un cambio respecto a su operatoria.

¿Qué significa este libro? O sea, cuál es la diferencia de éste con otros libros de historia de la moda del mundo.

Las historias de la moda están llenas de grandes inventores y la prensa ligera le da fuerza a toda una constelación de mitos que ensombrece las condiciones de posibilidad que explicarían por qué ciertos cambios en las siluetas y los estilos; este es un libro que no se adscribe a eso, no dice que Mary Quant haya inventado la minifalda o que Chanel el traje sastre y que Paul Poiret liberó a las mujeres del corsé o que Ágatha Ruíz de la Prada es a la moda lo que Picasso al arte, o que Vivienne Westwood inventó el punk. Nada de eso! El primer tomo se enfoca en los siglos XVII al XIX, y explica cosas como por qué Francia configuró un sistema de la moda, o como la vestimenta pudo tener un sentido político, entre otras cosas. Y el segundo se enfoca en el siglo XX haciendo énfasis en los problemas de la industria y las siluetas que se generaron en esa centuria. Trae una visión un poco más académica pero amena sobre los temas que trata.

¿Has pensado escribir la historia de la moda latinoamericana o colombiana?

La primera vez que hablé con Susana Saulquin, le dije: admiro mucho su trabajo y creo que haré una versión de la historia de la moda en Colombia con el rigor que usted hizo una sobre su país. Eso fue en 2008, desde entonces he tratado de hacerlo y he venido tomando algunas notas; pero un proyecto como ese, a decir verdad, la institucionalidad lo hace prácticamente inviable y basa su legitimidad en discursos de las ciencias sociales un poco manidos y en normas académicas cuyo excesivo rigor aburre severamente, y asumirlo como un proyecto personal es oneroso. Hay otras dificultades, créame que para mí es más fácil acceder a archivos de Francia, Estados Unidos, Australia o Inglaterra más fácil que a los de la gente que tengo cerca. Recuerdo que en 2008 encontré unos grabados de moda del siglo XVIII, escribí a la institución que los tenía manifestando mi interés en fotografiarlos, y todavía espero la respuesta. En la misma semana necesitaba ilustrar la clase sobre Lanvin, escribí a París contando las razones por las que para nuestra clase era importante saber la historia de Lanvin. Ocho horas después respondieron dándome una clave de acceso en línea a sus archivos históricos y de prensa, y agradeciendo el interés por transmitir el legado de madame Jeanne Lanvin. Pero bueno, ante los obstáculos lo mejor es insistir y espero que algún día pueda hacer realidad ese proyecto.

¿Qué es algo Radicals para ti?

Hacer en la vida sólo lo que dicte la voluntad.

¿Cuál es para usted el colmo de la infelicidad?

Sufrir de envidia y vivir pensando solo en el dinero

¿A dónde le gustaría vivir?

En París, y tendría una casita de verano en Paros (Grecia) ese lugar es la tranquilidad total.

¿Quiénes son sus heroínas favoritas de ficción?

La pobre Denise de El Paraíso de las Damas, de Zola; Scarlett O’Hara de Gone With the Wind, y Marimar.

¿Cuál es su ocupación predilecta?

Estudiar y dar clases; por mí estudiaría toda la vida

¿Quién le hubiera gustado ser?

Marcel Proust, para vivir su época y tener la capacidad de contarla como él lo hizo.

¿Cuál es su mayor sueño?

Volver a ver mi hermano

¿Qué Ama? ¿O qué le gustaría amar?

Amo a mi madre y a mis hermanos… ¡Son mi mayor capital!

¿Cuál sería su mayor desdicha?

Morir atropellado por una combi limeña

¿Cuál es su color preferido?

El naranja, porque ni es rojo ni es amarillo; es una mezcla de extremos.

¿Cuál es su flor preferida?

La camelia de Chanel

¿Cuál es su pájaro preferido? 

El pájaro espino! 😉

¿Cuál es la reforma que más admira? 

La reforma protestante de Martín Lutero; y soy católico, que conste!

¿Cuál es el estado actual de su espíritu? 

Dazed & Confused, como la revista.

¿Cuál es su lema? 

El mismo que dijo Yves Saint Laurent cuando el hicieron esta pregunta: “Prefiero el honor antes que los honores”. ¡Mentiras! El de mi twitter: “You don’t lose anything by being polite”.

¿Cuáles son sus pintores preferidos?

Frans Halls, Johanes Veermeer, Jean Béraud  y doña Cecilia.

¿Cuáles son sus músicos preferidos?

Voy de Schubert a Wendy Sulca, ¿puedes creer?  Soy un desastre musicalmente hablando.

¿Qué cualidad prefiere en el hombre?

La sensibilidad; eso que hace posible celebrar las cosas más pequeñas de la vida.

¿Qué cualidad prefiere en la mujer?

La determinación, como la de mi madre. Uno de sus actos de determinación cambió el rumbo de mi historia.

¿Cree en la inmortalidad del alma? Y dónde va…

Sí, nos vamos para las estrellas. Yo las miro y ahora busco en cual vive mi hermano. No me ha dicho, espero me lo diga, así sea en sueños.

¿Para vivir solo necesitas…?

A… ay no, necesito muchas cosas.

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