Abro el closet, y me saluda una sensual versión de Frida Kalho, con un top anudado de Daft Punk y unos jeans, en un estampado, obra de Fab Ciraolo en colaboración con la marca Foster de Chile.
Miro hacia abajo y me encuentro con un par de esculturas plásticas de Zaha Hadid producidas por la compañía brasilera de zapatos Melissa shoes.
Busco un pocillo para el té matutino, y los jardines caleidoscópicos de Catalina Estrada me invaden las pupilas.
Le echo un vistazo a Instagram, y veo una ¨ensalada con sabor a Kandinsky¨ del chef Charles Michel, y en la web, veo el último proyecto de arte interactivo de Nike ¨The Art & Science of super Natural Motion¨ en la última versión del Fuori salone en Milán.
No llevo más de media hora despierta, y hasta aquí, podría decir que el arte me ha tocado más de 4 veces.
Seguiría con el perfume, colaboración olfativa entre artistas florales y una reconocida casa de fragancias.
Abro una revista y puedo leer en su texto de promoción: ¨Este perfume es una pieza de arte. Como una pintura, una pieza musical o un poema¨.
Es posible afirmar que la palabra ¨perfume¨ en la frase anterior, podría ser reemplazada por cualquier objeto o producto, dado el escenario global actual: un bolso, un auto, un celular… los objetos cotidianos nunca habían sido tan hermosos y provocativos.
Es interesante instalarse como observador en esta puesta de escena (cada vez más estilizada) y tratar de entenderla desde una postura neutral. He leído muy buenos textos sobre la relación del arte y la moda, y si miramos más allá, es una conexión que vincula a todo el sistema comercial.
Esta panorámica viene siendo estudiada en el último libro de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, titulado ¨La estetización del mundo¨, lanzado en Marzo, y hasta ahora, solo en francés.
Aquí, ellos exponen el nuevo rostro artista del capitalismo, y que aparece como un imperio donde el consumo se ha convertido en una experiencia sensitiva y emocional, con un enfoque en la seducción de consumidores que están en la búsqueda constante de novedad, entretenimiento y placer; aunque aquí los autores resaltan que ¨el individuo hipermoderno, no puede ser reducido a su amor por la comodidad y a la inmediatez. Al contratrio, el ¨homo aestheticus¨ porta una aspiración de la vida mucho más profunda¨.
Profunda y contradictoria, porque estamos todo el tiempo entre la emancipación de lo individual (be yourself), los valores de comunidad y la redefinición de los conceptos de progreso y bienestar.
Esa aspiración de la vida, es más compleja porque tiene múltiples capas de realidades que implican numerosas necesidades y por ende, estímulos sensoriales, y aquí, el arte interviene eficazmente, enriqueciendo la experiencia de consumo.
Autores como el español Vicente Verdú, también alimentan este concepto del capitalismo artista: ¨De hecho, la estetización del mundo, desde el diseño de los autobuses al diseño de camisetas, se orienta a propiciar una u otra clase de complacencia o bienestar y de experiencias adicionales para vivir más vidas¨.
Otro concepto poderoso que surge de esta “ estetización del mundo¨, es el cambio de posición entre el arte y la economía. Es decir, el arte siempre ha presumido de poder ¨cambiar el mundo¨ pero ahora sería un poder atribuído a una revolución de la economía; puntualmente al capitalismo artista.
Aquí, según Lipovetsky y Serroy, ¨ se mezclan el diseño y el estrellato, la creación y el entretenimiento, la cultura y el show business, el arte y la comunicación, la vanguardia y la moda¨.
Podría extenderme mucho más para hablar del tema, pero por ahora, nos queda seguir estudiando esta ¨experiencia transversal que cruza nuestra época¨ y como soy una optimista innata, disfrutar de este mundo como ¨un manjar sabroso para los sentidos¨ guíado por el bienestar común.
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