E
ntre el corazón de Colón en Panamá y San Juan en Puerto Rico, el género del reguetón ha forjado durante casi cuatro décadas, un movimiento cultural lleno de matices, donde su raíz principal se aventura al Caribe y sus históricos ritmos musicales. Del dancehall al hip hop, del calipso al reggae, del cual deriva su maximalista nombre, su relevancia actual es innegable, alojándose así en esferas distintas mas no ajenas a su naturaleza, como la moda y todas las formas de expresión que ésta acarrea.
El vestuario del reguetón, en donde lo urbano se deconstruye y juega con las siluetas, llegando así a nuevas formas de maximalismo e iconografías.
Ritmos de calle, relatos de barrio y estéticas urbanas hacen parte del universo del reguetón, comparable, teniendo en cuenta su tipo de origen, al surgimiento de la salsa a mediados del siglo 20. Hija mestiza del encuentro de dos mundos, de los bailes de salón con el sabor del trópico callejero, la salsa se convirtió no solo en una fuerza musical de Latinoamérica, sino también en la representación de una imagen propia, representada a través del vestuario.
Una estética nacida de la amalgama de múltiples referentes culturales y que en su época fue reflejo de la idiosincrasia latina del momento. El origen del reguetón ha sido disputado entre Panamá y Puerto Rico, con un género musical como esencia: el reggae, cantado esta vez en español, con influencias de dancehall en sus inicios y de hip hop, actualmente. Con representantes iniciales como El General, Nando Boom y generaciones posteriores, lideradas por Daddy Yankee, Ivy Queen, Don Omar, Yandel, entre otros, el género se ha caracterizado por su estrecha relación con el mercado estadounidense, en una serie de intercambio cultural, donde los valores aspiracional, el spanglish y la opulencia, en su estado más kitsch, han tenido gran peso.
Con la mirada del forastero, el reguetón se mantuvo como una corriente musical fuerte pero modesta en su alcance, durante la década de los 90. A finales de ésta y en la primera década del siglo 21, se originó un auge mediático que coincidió en la estrecha relación con el hip hop y su estética, generada en Estados Unidos.
Así, la noche como estilo de vida y la discoteca como santuario, se convirtieron en un tema recurrente; videos de ostentación pura: autos lujosos, mujeres hechas objeto y trajes con detalles deportivos, coronados por grandes y brillantes joyas, fueron visuales estandartes del género.
Aunque este imaginario aún se conserva, el género en su identidad de mezclas absolutas, siguió un camino de exploración que sigue expandiéndose. La mirada radical del grupo puertorriqueño Calle 13 es un importante ejemplo; catalogado como una banda de fusión, más que de reguetón, sus letras agudas y una estética donde el color vibrante del barrio prevalece, su propuesta permitió ampliar aún más el espectro, en el que su esencia musical y estética, contaba con múltiples caras.
Colombia se unió a la corriente, y también ese pedazo latino de Estados Unidos que es Miami, la figura de J Balvin, liderando una nueva construcción del reguetón, en la que se evidenciaban fusiones más fuertes con el pop y el hip hop, letras de corte más tradicional, sutil y una estética, ampliamente aceptada en el mundo de la moda. Las tendencias actuales, por su parte, se han nutrido de Latinoamérica; prueba de esto ha sido la relación musical del cantante con Pharrell Williams, del boom visual del trópico en pasarelas por varias temporadas y de la inspiración latina, positiva o negativa, en la televisión y el cine.
El reguetón vive actualmente un momento de redención, de ser un género apto para la polarización de opiniones a conocer y reconocer su valor cultural, tanto musical como estéticamente, contando ya con nuevos proyectos como Bruuttal, un festival dedicado enteramente a artistas del género, creado y encabezado por J Balvin, en Medellín, su ciudad natal. Un fenómeno de internacionalización, que en la ya mencionada relación con el hip hop, extiende su alcance, en especial en el mundo de la moda con marcas jóvenes como Fear Of God y Mike Amiri, ambas propias de Los Ángeles, las cuales se han dedicado a brindarle nuevas estéticas de vestuario al reguetón, en donde lo urbano se deconstruye y juega con las siluetas, llegando así a nuevas formas de maximalismo e iconografías.
De la historia contada ya por aproximadamente 40 años, también grandes diseñadores y artistas internacionales se inspiran en lo más profundo de la esencia del reguetón, incorporando estéticas latinoamericanas dentro de sus lenguajes. Expresiones perfectas para un género que tiene la habilidad de alimentarse de muchas corrientes culturales, manteniendo el color de la calle y reconociéndolo como su lugar de origen.
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