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En el grupo se cuenta a Ana Lucia Bermúdez; Gio Domínguez; Andrés Otálora, Renata Lozano, Pink Philosophy, Johanna Ortiz y hasta puede incluirse, por qué no, a Maria Elena Villamil ya que sus estudios de diseño e ingeniería textil sucedieron en Cali.
Aparte de estar conectados a Cali, varios de ellos tienen algo más común: se formaron o complementaron su formación por fuera del país; por ejemplo, Ortiz se graduó del Art Institute de Fort Lauderdale y se especializó en la Parsons School of Design, en Nueva York; mientras Lozano fue a la Academia Di Costume Di Moda, en Roma, tras graduarse en una tecnicatura local.
Los diseñadores caleños se han formado en distintos campos del diseño, ya sea desde el dibujo o las finanzas, como en el caso de Otálora. Cualquiera que haya sido su entrenamiento, lo cierto es que este nutrido grupo proyecta un estado saludable para la moda creada y producida en Cali. De hecho, como dijo Renata Lozano al diario El País refiriéndose al tema, el talento caleño «está en el foco de esta industria como un gran referente».
El diseño caleño sobresalió en Colombiamoda 2019
Sin duda Johanna Ortiz es la faceta más visible de esa referencia, su empresa ha sido expuesta como ejemplo de crecimiento sostenido, generador de bienestar y garante de una confección hecha en Colombia y con estándares de calidad exigentes; un origen en la producción de las prendas valorado por observadores internacionales como Chioma Nnadi, de voguerunway.com:
«[Ortiz] continúa avanzando por nuevos territorios, pero no olvida su procedencia: la mayor parte de la colección lleva la etiqueta “Hecho en Colombia”», dice la periodista.
Hoy sabemos que su empresa genera más de 300 empleos, según comunicado de Inexmoda, en los cuales se incluye la confección hecha en Cali.
Sumando ejemplos, Cali también es la ciudad donde se confeccionan las prendas de Andrés Otálora y Pink Philosophy; esta última empresa, al timón creativo de Adriana Arboleda, provee trabajo a mujeres del distrito de Agua Blanca, una zona al oriente de Cali, históricamente marcada por la violencia y las penurias generadas por el desplazamiento forzado y la migración por subsistencia.
Es ahí, cuando se aporta al bienestar social y se da valor al producto local, cuando hablar de moda supera los angostos márgenes del estilo, y esa labor va por buen camino en Cali.
Pero claro, hay que hablar del estilo. El estilo, dice la teoría, es el conjunto de formas en que se materializa el espíritu de un pueblo. Entonces ¿cuál es ese estilo que aportan los caleños a la moda nacional y que a su vez los define? ¡Menuda pregunta! Y cualquier pretensión de respuesta será reduccionista; primero, porque la plástica del diseñador no se define estable como la del artista ya que está sujeta a vaivenes de la moda; y segundo, porque lo que se propone desde Cali tiene más de una vertiente.
Sin embargo, Johanna Ortiz marca un patrón que a simple vista pareció dominar en Colombiamoda: el de cascadas de volantes, mangas voluminosas, anudados y estampados florales o herbales; no obstante, concuerdo con Nnadi: «Ortiz se ha estado alejando de sus espumosos volantes, pero las blusas con mangas globo que a veces se abrochan con un lazo en la espalda» continúan ahí para satisfacer la demanda.
Quizás sea la demanda por esas claves estilísticas internacionalmente asociadas a la latinidad lo que ha cristalizado el reiterativo patrón seguido por más de un diseñador.
Pues como me explicaba el CEO de una reputada firma de alcance internacional, el día que hagamos lo que exigen los insiders de front row nos quebramos; refiriéndose a comentaristas de primera fila que no siempre son compradores finales ni conocedores de los intríngulis financieros del negocio, dos asuntos que están más allá de la imagen que vemos en pasarela y que son los que finalmente solventan la existencia de la pasarela misma.
Son patrones asociados a la exuberante feminidad latina y pueden rastrearse en la colección presentada por Andrés Otálora, quien ahora comercializa sus piezas en Moda Operandi; de hecho, el portal promociona que sus diseños «exudan un estilo de feminidad distintivamente colombiana».
Igualmente, en ciertas piezas de Renata Lozano para el proyecto Maestros Ancestrales llevado a la marca Arkitect que, dicho sea de paso, sorprende por la osada idea de ligar producto artesanal con confección serial; así el grupo Éxito repite con Lozano la fórmula marca/diseñador invitado, por lo que cabe dar por exitosas anteriores alianzas con la diseñadora.
Renata Lozano tuvo otro momento de presencia en Colombiamoda con su línea Exótica, la cual define como «la máxima expresión de la marca», ya que se compone de piezas pensadas para la pasarela y cuya elaboración requiere muchas horas de trabajo.
Ahí, en términos de estilo, se aparta ligeramente de aquella exuberancia latina exigida por la demanda para explorar un poco más en una línea que puede servirle de laboratorio de ideas. Esta presencia en Colombiamoda por partida doble también supone un manejo ágil de la empresa en cuanto a visibilidad mediática y conexiones comerciales.
Ortiz, Lozano y Otálora son diseñadores consolidados y su trayectoria ha contribuido a establecer un lugar para la escena caleña de la moda. Otros promisorios diseñadores de Cali atraviesan etapas exploratorias en su sello estilístico, como Ana Lucía Bermúdez.
En esta trigésima edición de Colombiamoda presentó estampados zoomórficos y fitomórficos, un poco en la onda naif inaugurada por Schiaparelli allá por mediados de los 1930, y fusionó la fluidez del textil con la rigidez del cuero y la estructuración que generan los plisados en pequeñas superficies; pero es evidente el influjo de esa feminidad instalada en imaginarios sobre la moda y la feminidad latina que atraviesa el trabajo de los ya consolidados.
Finalmente, queda decir que en Cali se ha fraguado una parte importante de la historia reciente de la moda colombiana, esa que por tres décadas y sin importar dónde se diseñe o produzca ha tenido en Colombiamoda su punto anual de confluencia.
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