C
Por eso quise entrevistarla. Paz es candidata a mágister en estudios culturales y teoría de género de la Universidad de Chile y trabaja en la construcción de subjetividad femenina y gordura en los medios masivos chilenos. Y en esta charla nos dará una idea de qué ha pasado realmente con un fenómeno al que le falta una aceptación completa en la sociedad: Las plus size models.
¿Por qué a pesar de que hay una supuesta reivindicación por la gordura femenina, en la realidad se siguen dando prácticas sociales que la niegan? Vemos campañas como la que hicieron contra Victoria´s Secret, pero al mismo tiempo vemos a niñas que detestan ser gordas y miles de consejos sobre cómo no serlo.
Creo que si bien hay una reivindicación de la gordura femenina, movimientos por el cuestionamientos de los discursos que la definen y por la aceptación de la variedad de cuerpos, es un proceso en curso y minoritario. Hay muchas personas aún, para las que cuestionarse la norma de la delgadez es un velo que no es necesario arrancar. La normalización de estos discursos, desde esferas de poder tan complejas e intrincadas como la salud, la educación, la estética, la sexualidad, el mercado, hace que sea más sencillo mantenerlos tal como están y de este modo seguir facilitando una serie de medidas que el sistema pone a disposición para esta permanencia.
Hay muchos discursos sobre la normatividad del cuerpo femenino rondando por ahí, la gordura es uno de ellos. Mi lectura sobre este, se relaciona con lo que menciona Naomi Wolf en su libro The Beauty Myth, y con lo que aducen la mayoría de los movimientos de aceptación de la gordura: “Una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres. Está obsesionada con la obediencia de éstas. La dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres; una población tranquilamente loca es una población dócil”.
¿Cuántas de nosotras no hemos establecido pactos del tipo…“cuando baje 10 kilos haré esto”?, porque finalmente nos sentimos poco aptas para la participación, para la acción. De eso se trata la violencia sistémica hacia la gordura femenina. No es una discusión en pro de que todas seamos gordas o de que la gordura es lo mejor de la humanidad, sino para que todas seamos visibles, activas, ejecutantes, sin que un medidor de grasa establezca mis posibilidades en el mundo.
Hablando de revistas femeninas, ¿por qué estas siguen siendo notoriamente frívolas de la realidad femenina? Si bien muchas se han adherido a los logros que el feminismo ha tenido mesiánicamente, todo parece quedarse en el papel. ¿Por qué ese afán de que la mujer siga siendo un objeto deseable, por qué ese afán de atiborrarla de consejos sobre cómo no ser gorda?
Creo que la frivolidad de las revistas también tiene que ver con una idea del mercado y heteronormativa acerca de cuáles son nuestras necesidades. Lamentablemente, creo que esta pauta no se suscribe exclusivamente a lo femenino, las revistas masculinas también tienen un importante sesgo simbólico que enmarca y reafirma aquellos binomios que el feminismo se ha encargado evidenciar y desestructurar: por ejemplo, la idea del hombre visto como activo, proveedor, enérgico, operativo y la mujer como pasiva, receptora, reflexiva… (fuerte/débil- emocional/intelectual- sujeto/objeto, entre muchos otros).
El afán de que la mujer siga posicionada en esta dinámica tiene que ver con la mantención de estructuras de poder que se han establecido como únicas, como la verdad, desde hace mucho tiempo.
La mujer sigue siendo objeto de deseo porque en términos de mercado esto es funcional, no solo desde la perspectiva de los hombres, sino de las mismas mujeres. No olvidemos que la industria de la belleza (entendida como lo delgado y caucásico, atravesado también por la clase) es más que rentable y se sustenta en lo que los hombres o el deseo determinan de nosotras y además, en lo que nosotras mismas –producto o no de lo anterior- elaboramos del deber ser mujer.
Esta forma de subyugación, no es vertical, está mantenida y potenciada por las mismas “víctimas”. Recuerdo el caso de una mujer que apelaba muy progresista a la independencia de su hija, a que no se casara, a que viviera la vida, no tuviera hijos, mientras ella se desvivía en dietas y trastornos alimenticios porque pensaba que la gordura era una carga espantosa y un flagelo horrible. Esa contradicción está muy presente, porque ser conscientes de una subordinación establecida desde hace tanto tiempo es como descascarar una cebolla, de a poco hay que ir llegando al núcleo y siendo coherente con todas las aristas del problema.
Finalmente, nosotras somos las encargadas de generar cambios en la cotidianidad. De tener las precauciones y los cuidados, con nuestras hijas, madres, hermanas, amigas, parejas. Si no hay revistas que nos representen en nuestra profundidad, hay que crearlas; si no estoy de acuerdo con la imposición de ciertos cuerpos, no voy a enunciar a otros(as) un juicio negativo sobre una mujer gorda en bikini, sencillamente porque hoy es el discurso y este tipo de acciones lo que generarán cambios relevantes que quizás no veremos de inmediato, pero que serán poderosos en el futuro.
¿Realmente crees que todo lo que ha surgido en torno al movimiento “plus size” pueda traducirse en una aceptación real (mediática y socialmente) hacia los cuerpos gordos y distintos? ¿O solamente será un movimiento hecho para vender revistas, ropa y generar solidaridad efímera?
Creo que en cualquiera de las dos opciones salimos ganando. Una siempre aspira a que los movimientos se traduzcan en realidad ‘favorable’. En generar cambios ‘verdaderos’ en las percepciones. Sin embargo, creo que si el movimiento es cooptado por el capital, normalizando la gordura, visibilizándola, creo que puede haber logro igual, ya que al parecer la sociedad se rige desde la concepción de “lo que no veo no me importa”, “lo que no está visible no debe ser cuestionado”. Lo complejo es que hoy no vemos mujeres gordas en los anuncios, en el cine, en la política, y a pesar de que muchas mujeres se perciben –apropiada o inapropiadamente – con un cuerpo gordo, no hay cuestionamiento acerca de la representatividad de mi cuerpo en esas esferas, por el contrario, coloco en pausa mi accionar en el mundo, condicionado a cuando mi cuerpo sea como aquellos que están siendo representados.
Esa es la trampa más perversa del mercado, porque limita que las mujeres gordas a hacer y ser cuando sean flacas, cuando pesen determinada cifra. Las incita a anularse de la posibilidad de ser activas, de ser sexuales, de hacer deporte, de bailar, de vestirse, de exponerse, de sobresalir, de votar, de ser votadas. Finalmente es un silenciamiento político que, en esos espacios -aparentemente tan irrelevantes-, va manteniendo la estructura de poder y la va propagando. Como mencionaba, somos las mismas mujeres gordas las que muchas veces nos podemos sorprender juzgando a otras mujeres gordas que subvierten algunos de estos discursos y por ejemplo, se colocan una falda ajustada.
Yo creo sinceramente, que una gorda en minifalda hoy es una activista cool en plena protesta política, y tenemos que apoyarnos, incluso, hacer ese ejercicio, para que la incomodidad que se genera hoy frente a nuestros cuerpos, sea reemplazada por el hábito que genera la visibilización y eso nos permita el accionar en lo que nos plazca, tanto en lo privado como en lo público.
Uno puede elegir no ser gordo por salud o porque quiere verse de otra forma. Pero, ¿Cuánto hay en nuestras elecciones, todo ese background que se ha construido alrededor de los cuerpos domados o hasta qué punto puede ser válida la elección de decir “lo hago por mí” y no estar mediado por eso?
Es compleja esta pregunta porque es un punto de inflexión en el proceso de consciencia al que una debe retrotraerse. Yo creo que cada persona debe hacer lo que estime conveniente con su cuerpo, si normamos la delgadez como algo negativo, caemos en la misma estructura que estamos tratando de deconstruir. Sin embargo, es tan difícil preguntarse si estamos adelgazando por “convención sociocultural” como lo es cuestionarse si somos pro aceptación de los cuerpos gordos porque estamos gordas.
Ese argumento es muy utilizado en contra de los movimientos de aceptación de la gordura y creo que es un cuestionamiento válido también y que debemos hacernos. Yo pongo mis fichas en la construcción de los cuerpos y en la performance. Rechazo intensamente los determinismos y a fin de cuentas, la limitación.
Validemos la comodidad de los cuerpos en el presente, no en el futuro cuando respondamos a determinado canon o figura, aunque eso implique abrirnos hacia un cambio. Quién sabe si a ser más delgada o más gorda, pero libres de decidirlo con las mismas posibilidades que nos otorga, por ejemplo, optar por un corte de pelo o por tener las uñas pintadas. También desidealicemos que lograr esta libertad es una batalla ganada para siempre. Tal como ocurre con el cuerpo… a veces el corte de pelo nos queda estupendo, a veces es como una pesadilla, hay días en que nuestros ojos amanecieron brillantes y otros en que las ojeras enmarcan la mirada.
Tenemos que tener la libertad de permitirnos la transformación sin que eso signifique que seamos más o menos, sin que eso nos silencie. Hay tantas pruebas de que los cuerpos gordos podemos hacer lo mismo que los delgados y en la misma “calidad”: pool dance, yoga, danza, porno, modelaje, actuación dramática, etc.
Tenemos que dar la pelea para dejar de ser las excepciones a la regla, que se acabe el “es gorda pero es excelente deportista”, somos todo, y en el presente, sin que eso implique contradicciones.
Tenemos que entregarnos hoy a nuestra deliciosa potencia y dejarnos sorprender. De eso se trata.
¿Qué piensas acerca de esto?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.