No se puede condenar al documental de 32 minutos de la revista Vice solo por mostrar a Colombia como un país que avanza a trompicones en medio de una estética que no alcanza a definir. Ni siquiera por relacionar forzadamente a Pablo Escobar y su gusto por mujeres bellas de toda clase a la estética imperante en nuestras pasarelas y diseñadores.
No, detrás del penoso esfuerzo por retratar la moda colombiana, este documental deja algo más que preguntarse por qué mostraron toda nuestra producción de moda e innovación como algo asociado a la cultura ‘traqueta’, si es que hay tal. Esto se hace evidente en la escena donde la modelo inglesa y presentadora del documental pone cara de extrañeza y horror al ver las siliconudas mujeres de Medellín desfilando y exhibiéndose. Los últimos planos, dos mujeres mostrando sus protuberancias bailando reguetón, y los planos del exhibicionismo de las medellinenses orgullosas de sus curvas, muestran todo nuestro carácter de República Bananera a la hora de defininirnos. Pero, ¿qué tan cierto es esto? ¿Será que en un país donde el 63 por ciento de mujeres son mas allá de talla 14 las curvas si representan una trasgresión estética? ¿Qué representan las curvas para los estándares no latinos?
Dentro de la tendencia hacia la “naturalización” en la moda, es decir, al tratar de mostrar mujeres “reales” y ropa para ellas, y a pesar de la popularización de las modelos ‘Plus Size’ , las curvas siguen siendo peligrosas. O bien representan un nicho especializado de mercado en catálogos virtuales y en apuestas de una marca en particular (como Zara y H&M), o se trata como una sección “diferente” en las grandes publicaciones. “You people”: Ustedes, las que tienen curvas. Poseer curvas se aparta de la normalización de la moda. Y es más claro en el ejemplo de la mujer latina, cuyas curvas se asocian con los niveles primarios de atractibilidad.
Quizá sea una cuestión cultural: Cuando se burlan del trasero de Jennifer López, y asocian a Sofía Vergara con su busto y nada más , asocian las curvas a la falta de rigor, al exotismo que popularizó Carmen Miranda con respecto a las hispanoamericanas. La ‘bomba latina’ es tropicalismo puro. No es elegancia, porque la exuberancia es asociada al desparpajo. Las curvas representan el mero atributo sexual. En conclusión, lo que no es la mujer anglosajona lo representa la latina, la picardía, lo vulgar, lo de mal gusto. Dos visiones se contraponen, y eso es lo que la periodista de Vice nunca logró procesar. El entender, sin prejuicios, el porqué le choca ver a esas mujeres nalgonas en jeans ajustados. Y en pasarela. ¿Es una cuestión cultural que viene de su medio, o definitivamente tenemos mal gusto?
Contradicciones e imagen.
Disertar de lo que está bien o mal en la moda en cuestiones de silueta, sería igual a preguntar “Que fue primero: ¿el huevo o la gallina?”. Porque de inmediato surge la eterna pregunta: ¿Cómo, quien, y porqué, o bajo qué parámetros las curvas son de mal gusto? Parecería obvia e irrelevante en un principio, porque mujeres consumidoras de moda existen en todas las siluetas, pero a la hora de ver quienes rigen lo que está in y out mediáticamente y a través de las tendencias, es otra cosa. Porque si Anna Wintour dice que tenerlas está mal, en la Vogue de Estados Unidos, para sus homólogos italianos, con su propia sección Curvy, esto es todo lo contrario. Y para algunas publicaciones aún en Estados Unidos. Pero si se habla de estereotipos latinos y representaciones, los italianos también posan sus valores estéticos opuestos a los anglosajones. Twiggy y Kate Moss contra Gina Lollobrigida y Sofía Loren. Dos maneras antagónicas y poderosas a la hora de representar la imagen femenina.
El mundo del cine es un buen ejemplo para explicar este choque cultural, como se ve en las películas Spanglish, con Adam Sandler y Paz Vega, de 2004 y Las mujeres de verdad tienen curvas, con América Ferrera. En estas dos películas hay dos tipos de mujer que representan dos estéticas, y dos miradas a la moda y del mundo. Obviamente, chocan en toda la película. Paz Vega, Flor, asociada a la voluptuosidad y al placer, América Ferrera, Ana , mas obesa que Flor, despreocupada de su aspecto, pero una buena representante de la fisonomía de muchas mujeres latinas.
Flor antagoniza contra el personaje encarnado por Tea Leoni, la mujer atlética, sin curvas, rigurosa, exigente, y atlética. Por su parte, Ana pelea contra las tallas de los elegantísimos vestidos de Bloogmindale´s , en los que nunca cabrá, y que son hechos para mujeres como Leoni. Por ello al comienzo de la película se odia y su madre también, porque la delgadez es asociada a su éxito sentimental y social. “La mujer americana, cuando asocia su cuerpo con la moda, deja de lado las cosas más importantes y placenteras de la vida, la maternidad, la comida, el sexo, las curvas”, dice Cristina, la hija de Flor, en su ensayo sobre su vida en Spanglish. Cabe decir que las dos mujeres, luego de encantar (paradójicamente), a los protagonistas americanos, esto no les importó, y tuvieron éxito a su manera: Flor hizo que su hija no se convirtiera en otra anglosajona sin curvas amante de una cultura diferente a la suya, y Ana aceptó su cuerpo y se hizo valer a través de su inteligencia, más allá de una sociedad que rendía culto a la delgadez gracias a la magia de las telenovelas y la obvia influencia de la moda en Estados Unidos. Se olvidaron de la moda y el sistema que las circundaba.
Las dos películas presentan a la mujer sin curvas como una mujer elegante. Un gancho donde lucir la ropa, la moda en su extensión más aceptada, pura y aspiracional. Las- no curvas- evocan la voluntad para controlar el cuerpo, el rigor, el buen gusto, y sobre todo, donde la moda se puede expresar, para europeos y americanos. Las curvas de las latinas evocan todo lo contrario. Sofía Vergara es exitosa porque actúa como sí misma, y así es aceptada en el showbusiness. Si dejase su rol de latin entertainer tipo Carmen Miranda, le costaría más esfuerzo, aunque es poco probable (como se muestra en esta entrevista). Ella ya resolvió su propio dilema, sabe que sus curvas la representan como un estereotipo, pero por otro lado no se ajustaría a los rigores de una industria que le exige la esbeltez para cambiar de registro. Para ella, ser una ‘hot latina’ paga, y de qué manera. Cosa que no hicieron Penélope Cruz y Salma Hayek cuando quisieron identificarse como latinas, e ir mas allá de una proyección única de su imagen.
Interpretando a la pintora española Maria Elena y a Frida Kahlo, respectivamente, hicieron un cambio radical a su imagen. Claro, a otras actrices ganadoras del Oscar, como Charlize Theron o Halle Berry les tocó quitarse la belleza de encima para ser respetadas como actrices, pero la mujer latina tiene doble trabajo en Estados Unidos en la industria de la moda y el entretenimiento. Por un lado, desea reconocerse como tal y no adaptar otra identidad, y por el otro, desea ir mas allá del estereotipo sexual.
A Hayek y a Cruz les tocó quitarse las curvas para seguir mostrándose en su esencia interpretativa y en otro registro. Frida Kahlo no tenía curvas, se destacó por destacar la cultura mexicana y su introspección mas allá de la obvia sexualidad, y María Elena, en Vicky Cristina Barcelona, fue más notable por sus berrinches que por sus atributos. A las periodistas hispanas no les pasa lo mismo, pero reconocen que si se habla de audiencias, los televidentes piensan otra cosa de la mujer latina en la pantalla (vea el artículo aquí). Ahora bien, si se habla de las orientales, en India, un país donde las curvas tienen cierta atractibilidad, suele suceder lo mismo: Shilpa Shetty y Aishwarya Rai, por hablar de las que han triunfado en el medio anglosajón, son las mas “occidentalizadas”. Pero eso es tema de otro post.
Es bastante contradictorio en un país y en una zona en general donde la mayoría de sus mujeres piden a gritos un reconocimiento a su condición física, una normalización, un espacio en el sistema de la moda, con sus blogs de autoaceptación y de nuevas interpretaciones de la moda en sus cuerpos extragrandes (fatshionistas). Y aún bastante más paradójico, cuando a celebridades como Scarlett Johansson o Beyonce, que ni siquiera están en el promedio del tallaje de la mujer latina, las consideran monumentos a las curvas, mujeres que se salen del estereotipo de esbeltas. ¿Corrección política? ¿Tendencia de un solo día? Tal vez. Se reseñan blogs de “chicas con curvas” y publicaciones les dedican espacios, pero a la hora de mostrar a una en portada es evidente que el desagrado sigue. Y el debate sigue.
Muestran a la cantante Adele en la portada de una revista tan estereotípica como Cosmopolitan, pero Vanity Fair blanquea y muestra a Gabourey Sidibe de cuerpo entero. Una Miss Inglaterra, Laura Coleman, es demasiado gorda para la agencia de modelos, pero Tara Lynn gana millones desfilando y posando. Something doesn´t fit here.
Algo no encaja.
Y si, la obesidad es un problema de salud pública, y cuesta millones a los sistemas de salud de aquellos países. Y hay latinas celebridades de moda que han sobrepasado esos estereotipos, pero siguen siendo en su mayoría una etiqueta a la hora de hablar de actrices hispanoamericanas en otras latitudes. Y secundarias de gran fuerza actoral. Pero a pesar de que se establecen medidas contra mujeres “demasiado delgadas” en pasarela, a pesar de que se prohíbe el fotoshop en las publicaciones , a pesar de que se regulan las tallas, algo no encaja. Porque la mujer demasiado delgada sigue siendo el top aspiracional del éxito, el prototipo repetido de mujer tanto en la moda como en la cultura popular. Las mujeres con curvas pronunciadas son las rompe-hogares, las oportunistas, las sensuales. Si son gordas, son las chistosas, o las secundarias anti-femeninas, entendido por femeninas todos los clichés sexuales de hace décadas.
Y si, también es válido criticar nuestra propia obsesión con las curvas y tener las siliconas como único método de ascensión social si se es mujer. Pero es paradójico que provenga de un país que no se acepta como obeso, y que en su sociedad ha establecido a la delgadez como único sinónimo de éxito social. En programas como I used to be fat, jamás he visto una Gabi (celebridad fashionista con mas de 2000 seguidores en Twitter ) , grande, gorda, pero chic y segura de sí misma. Todos son ermitaños sociales, los “losers” de la secundaria gringa. Es una gran iniciativa la idea del programa, pero pinta esta realidad en todo su esplendor.
Algo no encaja, y valdría la pena preguntarse porqué . Porqué esa para nosotros escuálida modelo de Vice solo refleja una visión de su cultura. Donde la talla 2 es la nueva 0, y donde claramente, un busto o un trasero que en nuestra idiosincrasia se miraría como un rasgo de femineidad atrayente, evoca de inmediato una calificación moral y estética en su mayoría despectiva. De la Venus de Botticelli, que hoy sería gorda, de una Marylin, que hoy sería otra obesa, se pasó a una figura atlética rígida, de líneas rectas, donde la ropa importa más que el cuerpo. ¿Hasta qué punto mina dictatorialmente (o no) la visión de otras formas y siluetas, en otras culturas? Quizá en el documental de la revista Vice cada uno pueda hallar una respuesta. La obsesión con las curvas, desde una mirada que solo conoce su propio y planísimo ombligo.
Continuación:
Segunda parte: Amamos las curvas, últimamente no en pasarela. ¿Cómo nos definimos?
2 Responses
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mayo 25, 2012[…] sistema moda- cuerpo imperante, y que , sobre todo por la cuestión cultural que expliqué en el inicio de este blog, las tallas son absurdamente pequeñas. Y eso que hablamos de producción nacional. Las marcas […]
Cuestiones de talla, cuestiones morales | Portal de Moda, Desfiles, Tendencias fashion, Diseñadores
julio 5, 2012[…] como expliqué en el post que inauguró este espacio, no importa si dejamos a un lado la exuberancia latina, si consideramos […]