JUAN MANUEL BARRIENTOS: A CINCO SENTIDOS

Entre montañas, el mar y la playa siempre han estado presentes en cada historia, cada paso y cada vuelta que ha dado su vida. Porque lo inspira, porque le huele delicioso, porque a sus orillas, siempre ha tenido un nuevo cuento por contar en el futuro y porque sus sabores han sido una de las más grandes fuentes de inspiración para crear El Cielo, una propuesta de cocina que después de cinco años, desde su nacimiento en Medellín, la simple experiencia de entrar al restaurante, es una mezcla donde todos y cada uno de los sentidos participan y son protagonistas. Este año, después de otros cuatro, Juan Manuel Barrientos sigue con las mismas ganas de hacer que sus platos despierten sentidos y memorias, que sean descubiertos por cada comensal y se sientan en un trance personal, un objetivo que ha sido su aliciente para seguir en aquel terreno de opiniones encontradas que es la cocina molecular.

Su restaurante, como lo asegura, ha sido un hijo que a visto crecer. Desde los primeros pasos, experimentales y con el temor natural de tropezar, a crear con firma propia, platos que a partir de la experimentación, nacen de sus propios gustos; el maíz presente en arepas de mote preparadas con romero y queso emmental; la yuca, un ingrediente siempre imprescindible, salmón, cebolla, coco, langostinos, cacao, alcachofa…la lista bien puede ser interminable, en la sinfonía de sabores que componen cada uno de los platos, pequeñas indulgencias que pertenecen a una y muchas culturas. Un millón de sabores pueden haber y estar desfilando en la carta de El Cielo; de esta súper lista y en su cumpleaños número cinco, Juan Manuel depura, se confunde, se emociona y finalmente revela sus sabores favoritos, aquellos que nunca dejarán de inspirarlo a crear nuevas propuestas, nuevas historias con aderezo de maíz o bañadas en sopas de jengibre: coco, vainilla, morcilla, plátano maduro y salmón.

Sabores y preparaciones que le han marcado su vida y que lo han acompañado en múltiples parajes del mundo, aquellos en donde aprendió de la minucia, la paciencia, la precisión y esos secretos pequeñitos que hacen de la cocina algo mágico; de Argentina a España, de Colombia a Hawaii, de Grecia al Lejano Oriente; su sueño siempre ha sido mezclar los sabores del mundo en platos que en deconstrucciones técnicas y el encuentro entre la vanguardia y la tradición, encuentran el balance perfecto de lo complejo vuelto simple. Para Juan Manuel, toda acción en la mesa es importante y hace parte del ritual del buen comer: masajearse las manos en cápsulas de gelatina, lavarlas y deleitarse con el olor del chocolate blanco, brindar con el vino perfecto y en bocados, efectivamente, darle la vuelta al mundo en un par de mordiscos. Por ahora, su sueño se ha vuelto realidad pero no ha dejado de crecer; así lo asegura, porque para él, cuando entra a su cocina de maravillas y experimentos, es entrar en el cielo…y el cielo, para todos los mortales, sigue siendo un lugar de eternas medidas.