“L
a vida como una miscelánea de emociones y de equilibrios” es el punto de partida de la colección primavera-verano 2018 de Jorge Duque. En su conceptualización, fusionó experiencias y emociones personales con referencias formales provenientes del arte, la arquitectura, la tecnología y la historia de la moda.De un lado, la obra pictórica del artista alemán Oskar Wilhelm Fischinger, que le aportó su cromatismo a la colección: rojos, fucsias, verdes y azules. Por el otro, el Atomium, una monumental estructura de acero y aluminio construida en Bélgica para La Feria Mundial de 1958, y que para el diseñador es un “demostrativo de que la vida es un equilibrio bioquímico”; el influjo de este referente se manifiesta en que haya elegido el nailon metalizado, color plata, como un material omnipresente en la colección, o en los botones esféricos y cromados de algunas piezas.
Y, en cuanto a la historia de la moda, sus siluetas reconstruyen los estridentes estilos de los setenta, con algunos escarceos todavía más retrospectivos: a Paco Rabanne, el llamado “modisto del metal”. Por ejemplo, las botas negras de caña alta y acordonadas como las de una dominatriz, o el vestido de óvalos de acetato iridiscente cosidos sobre malla. La atmósfera historiada también fue perceptible en la musicalización del desfile, donde Nights in White Satin marcaba el ritmo de la apertura, antecedido por un conmovedor sonido cardiaco.
Esta compleja mezcla de referentes conceptuales, también se refleja en la inusitada mezcla de textiles con materiales que a primera vista no parecen vestibles. Es ya una característica de su trabajo, en parte porque el diseñador concibe su taller como un laboratorio experimental, allí se pueden juntar bases textiles de nailon, rayón y poliamidas, con acetatos o acero inoxidable o con materiales naturales y más tradicionales como la piel, la seda y el algodón. Tal como sucedió en esta colección
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