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arlos Garcia Gual escribe que “Expresarse por medio del enigma era, en el ámbito griego, algo propio de las mujeres, tejedoras también de palabras”. Esto escribe Irene Vallejo en su capítulo tejedoras de historias. Esta maximizadora, escritora, historiadora y apasionada por los libros, de origen español, de la ciudad de Zaragoza, nos dio la oportunidad de preguntarle sobre cómo tejer es metáfora de escribir.Después de todo, quizá Hiparquia pensaba, con humor juguetón, que la mente es un gran telar de palabras. Todavía entre nosotros, en terminología literaria se continúa empleando esa imagen de narración como tapiz. Seguimos hablando –como metáforas textiles– de tramas, de urdimbres, de hilar relatos, de tejer historias. ¿Qué es para nosotros un texto, sino un conjunto de hebras verbales anudadas? Pag. 174. El infinito en un junco.
Entrevista breve a Irene Vallejo. HAY Festival 2022
¿Qué significa esa metáfora de tejer las palabras?
Para mí esa metáfora tan sostenida sobre cómo el hecho de hablar, de construir discursos, de armar novelas, libros o textos, y que se describe tantas veces e insistentemente, en diferentes idiomas, me parece muy interesante, misteriosa y me despertaba la necesidad de reflexionar sobre el hecho de tejer las palabras.
Ahora que la metáfora preponderante son las redes, en realidad esto empezó mucho antes con las mujeres tejedoras. Además, el telar se puede considerar incluso como un antecedente del ordenador/computador que crea esas redes, anuda y une. Y bueno, me dio mucho que pensar durante muchos años hasta que por fin se me ocurrió la idea de que en realidad era un fósil lingüístico, borrado por la historia, de algo sucedido hace mucho tiempo: el papel primordial de las mujeres en la narración.
Es decir, cómo la mujeres, en el pasado, una de sus tareas asignadas en la casa, era el tejer la ropa para la familia, esas mujeres se reunían con sus telares, con sus ruecas y se ponían a contar historias, y allí, seguramente hay un asimiento, porque sino, por qué toda la terminología recurre a esa metáfora, lo del relato, el desenlace, los nudos, perder el hilo de un discurso, bordar nuestras ideas. Por qué cuando decimos que perdemos el hilo, mencionamos el reanudar, el volver a hacer los nudos.
Y lo más natural es pensar que esas mujeres, que usaban sus manos en el textil (texto-textil), al mismo tiempo trasladaban esa manualidad a su narrativa.
Al final, yo quise reivindicar que las mujeres en aquella época custodiaban la memoria familiar, además, a la lengua la seguimos llamando materna, que eso viene de las mujeres que son las que enseñan a hablar, y hay allí una conexión entre las mujeres, el relato y la palabra que me parecía muy importante reivindicar porque ha habido un olvido, un silenciamiento de las mujeres en el canon oficial, que ha supuesto la negación de ese papel, tan importante, intelectual de las mujeres que no está reñido, y hay que insistir, con su papel maternal, porque han estado allí anudando las palabras, conectando las personas.
Y es que el hecho del cuidado tiene que ver con el relato, con la transmisión del saber, de la cultura, con la idea de las generaciones, y de la amplia perspectiva y yo creo que es importante para las mujeres de hoy, para las niñas de hoy, volver a decir eso. No son unas recién llegadas, es que sus madres, sus abuelas, incluso desde la oralidad, sino aprendieron a leer y escribir, fueron las que hicieron posible toda esta transmisión del conocimiento, de las tradiciones y las raíces. Es algo que no se puede seguir obviando, ese protagonismo.
En ese capítulo de tejedoras de historias, hablas de Safo, Penelope e Hiparquia, si pudieras estar con ellas, ¿Qué les podrías contar de este futuro que no vieron?
Les daría las gracias sobre todo, porque realmente esas pioneras del pensamiento, de la palabra, de la filosofía, abrieron brechas, primero unas primeras grietas que otras fueron ensanchando hasta llegar a este momento, en que realmente las mujeres empezamos a sentirnos dueñas de la palabra, ya no nos escondemos bajo seudónimos masculinos, ya no queremos mantenernos recluidas en determinados géneros o estereotipos literarios y reivindicamos la absoluta libertad de escribir y de esgrimir, de acariciar las palabras, incluso una especial dimensión de la palabra asociada al cuidado, y yo creo que eso es una verdadera revolución, para las que ellas pusieron la semilla, y no sé, me gustaría solo poderles decir que realmente tanto tiempo después se está coincidiendo su sueño, porque ellas murieron, probablemente, sin atisbar lo que estaban haciendo y lo importante que han sido para nosotras.
Decirles, las recordamos, y ya no vamos a volver a dejar que la genealogía se quiebre, se olvide, se oculte, ahora llevaremos flores a sus tumbas.
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