E
ntre sabores que en pinceladas cuentan una historia de emociones y colores que saben y se materializan en pequeñas joyas comestibles, Historias del Ciervo es un proyecto cuya especie es única, una iniciativa que aunque tiene su base principal en la gastronomía, juega libremente con el arte, el diseño y las redes sociales para dar a conocer un mundo de artesanía absoluta, donde las manos construyen y hablan desde la cocina.Su creador no es pastelero, pero ha aprendido bajo la técnica del ensayo y el error, a fabricar tortas y postres, con la habilidad del maestro que con paciencia va perfeccionando su obra. Julián Ángel es en cambio, comunicador social de formación y diseñador digital de profesión y el llamado de la culinaria, donde el huevo y la harina se unen para crear dulces platos, llegó recientemente en Medellín, su lugar actual de residencia, en un viaje que tuvo escalas entre Armenia, ciudad natal y Bogotá.
Al llegar a Medellín, una de sus primeras impresiones fue un cambio sutil pero definitivo con el ritmo de vida de la capital del país. Conocer gente cuyo principal estilo de vida era crear por medio de las manos y el slow living como filosofía cotidiana, fue tal vez el aliciente principal para aprender de las técnicas básicas de la pastelería. La preparación de cupcakes llegó primero, luego más y más recetas, que combinadas con la pasión de crear imágenes y por la fotografía, se combinó todo para crear una plataforma digital abierta a todo el público; un blog, Instagram, Snapchat…todo confabuló para que Julián y el Ciervo, empezaran un interesante y por demás, exquisito compendio de historias.
La figura del Ciervo siempre ejerció cierta fascinación; en un lenguaje más astrológico, ésta representa “la sabiduría de la naturaleza”, por lo que decidió darle a este imponente ser el papel protagónico de sus fábulas pasteleras. También el sentir orgánico, crudo y espontáneo de todo el proyecto, en el que el conocimiento es de todos y el errar hace parte inherente de la vida han tenido un impacto en una idea que crece, desde la intimidad de su cocina y de su comedor, para el resto del mundo, porque aunque sus creaciones vengan de lugares muy personales, sabe que tienen un fundamento social, listo para compartir, como el mismo ritual de sentarse a la mesa.
Con un montón de comensales virtuales que siguen paso a paso, entre pequeñas victorias y pequeñas derrotas, entre fórmulas exactas por medio de las cuales sólo es posible ver nacer sus preciadas obras culinarias, este proyecto, que mezcla la tradición con la tecnología, hace parte de una visión de vida que cada vez más se extiende en el mundo, donde todo requiere de tiempo y es necesario tomar control de éste. Los colores y los sabores infinitos de Historias del Ciervo son un delicioso y contundente testimonio.
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