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emos estado leyendo numerosos artículos en medios de moda sobre cómo el feminismo es parte de la inspiración de algunas colecciones y puestas en escena durante semanas de la moda recientes, para muchos puede ser ofensivo que la moda aborde un tema tan político, para otros es una reinvención de todos los estereotipos que se crearon a partir de él. Pero lo cierto es que, y aquí vamos a citar a Alexander Fury para The Independent, “el feminismo está de moda, a tal grado que la industria de la moda lo usa con frecuencia sorprendentemente. Colecciónes de Miuccia Prada primavera / verano de 2014, Donatella Versace, Phoebe Philo en Céline, entre otros se han interpretado como feminista – si los diseñadores trataron o no de hacerlo no es relevante.” Incluso para nuestra invitada Vanessa Rosales “el feminismo sigue manchado por visiones distorsionadas. Muchas mujeres en nuestro medio aún lo ven como una postura radical opuesto a la feminidad. En el fondo, el feminismo es lo más femenino que existe: es una forma de pensamiento que reflexiona sobre lo que significa ser mujer. Esa reflexión y esos pensamientos varían según la época y el contexto.” Para nosotros el feminismo es un tema de cultura de moda y por eso quisimos conversar con dos expertos, Vanessa Rosales y William Cruz Bermeo con quienes conferenciamos virtualmente para contextualizar el tema en nuestra sociedad y tiempo.Fotografía Felipe Loaiza, Modelo Karen Gaurisas de Informa Models, Styling Alejandra Radi, Maquillaje Juana Arbelaez, Producción y dirección de arte Holy Toledo.
Empecemos por lo obvio, que no lo es tanto: la moda como lenguaje y reflejo de las épocas está muy ligada al feminismo, ¿Cómo lo ven ustedes?
Vanessa: La moda y el feminismo siempre han estado entrelazadas, ya que ambas son temas que tienen lo femenino en su centro. Por lo general, cuando se habla de feminismo, se piensa en el movimiento que inició al final de la década del sesenta y que se extendió a lo largo de los setenta bajo el sello de Women’s Lib o el Women’s Liberation Movement. Pero, una mirada más cercana a la historia revela que el feminismo va tan atrás como el siglo XIX.
William: Si exacto, históricamente las mujeres parecieron relegadas a ser ciudadanas de segunda clase; sin embargo esa idea ha sido revisada por historiadores ya desde el siglo XX, sostienen que debajo de esto realmente se oculta un inmenso poder. El siglo XIX, fue transcendental para la lucha por la igualdad de los derechos entre hombre y mujeres, específicamente desde el plano político con las primeras líderes británicas, que buscaron su legitimidad como sufragistas. En esa lucha la indumentaria fue crucial, y concretamente el uso de prendas de aires masculinos -cosa que siempre me ha parecido paradójica-; sin embargo más allá de la apariencia, una cosa estaba clara: el camino iría a ser largo y tortuoso, y configuraría imágenes terribles en la mentalidad victoriana que celosamente cuidaba una diferencia entre hombres y mujeres que ya desde la Edad Media se consideraba como mandato divino, y que se basaba enormemente en el dimorfismo de los sexos. Esas imágenes se trataban de hombres haciendo cosas de mujeres y mujeres haciendo cosas de hombres. De ahí los chistes y la caricatura popular que representaba a maridos sometidos o ejerciendo labores domésticas.
Vanessa: por otro lado desde entonces, (siglo XIX), la mayoría de las ideas que ha tenido el feminismo con respecto a la moda están basadas en ‘paradigmas funcionalistas’ -es decir, formas de vestir más “naturales” o más “funcionales”, que permitan que la mujer se mueva mejor y esté más confortable. Simone de Beauvoir, por ejemplo, sentía y expresaba un fuerte antagonismo hacia la moda, la consideraba, como muchas feministas de esa línea, algo que constreñía, esclavizaba y limitaba a la mujer.
Aquí tocan un tema interesante y es que el feminismo fue estereotipado como un deseo absoluto por ser hombres, es decir al pedir igualdad, el discurso que se interpretó fue, no quiero ser mujer sino hombre… De hecho, William, tu mencionabas y me contabas en algún momento de la conversación de algunos personajes históricos que usaron las prendas masculinas como símbolo: “Amelia Bloomer, la que propuso pantalones para hombres, una feminista cuya lucha levantó las risas y el ridículo en una era, se cuidaban férreamente las diferencias de género. Igualmente está Colette la escritora, que rompía todas las convenciones usando ropa de hombre y antes que ella una actriz como Sarah Bernhardt y luego Marlene Dietrich. También Sarmiza Bilcescu, una de las primeras en votar (Francia, principio del siglo XX)…” Desarrollemos esta idea…
Vanessa: Cuando el movimiento empezó a ser retratado por los medios, en los sesenta y setenta, muchos de estos medios proyectaron las versiones más radicales del movimiento, que las había, claro. En la imaginación popular quedó más sellada la imagen de Andrea Dworkin – el tipo de feminista que usaba overoles, no cuidaba su estética, y que ventilaba un feminismo tremendamente radical, de la línea de otras que clamaban que el matrimonio era “violación”, por ejemplo. Pero los medios no proyectaron tanto la imagen de, por ejemplo, Gloria Steinem, que era atractiva, usaba pelo y uñas largas, maquillaje, minifalda. Desde entonces, la imagen de la feminista ha quedado bastante distorsionada: se cree que es una mujer furiosa, que no se depila, que odia a los hombres y cuyo aspecto es rotundamente anti-femenino. Esto tiene todo que ver con las imágenes que los medios fijaron en el pensamiento colectivo.
William: si de acuerdo, remontémonos a dos momentos importantes: los años veinte y los años setenta. Los primeros porque trajeron una libertad a las mujeres, en los países industrializados y afectados por la Primera Guerra, en cuanto a su economía, es decir trabajaban, y eso les daba una libertad ya que devengaban dinero y ello explicaría el auge de industrias como la cosmética en ese entonces. Fuera de eso se trataba de comportamientos y actitudes que parecían masculinas y luego vino la expansión de la idea de aspirar al voto. En los años setenta, con la distención de los códigos de género, que mucho le debe al auge de la juventud de ese entonces, vino la declaración de una igualdad principalmente en Estados Unidos, no obstante fue en ese entonces cuando se marcó un brecha radical entre feminismo y feminidad, como lo menciona Vanessa, dos conceptos que empezaron a separarse porque en el imaginario colectivo los mass media levantaron la imagen de la feminista como marimacho, lesbiana o poco femenina. La idea de unas cuantas mujeres quemando sostenes como signo de liberación, quedó grabada casi de manera perenne, sin embargo, era claro que como símbolo funcionaba pero en la realidad las mujeres seguían deseando sostenes por su comodidad y porque estos eran claros símbolos de feminidad.
Bien, quiero enfatizar el cómo ese discurso distorsionado se transforma, creo yo, a un nuevo: feminismo del siglo XXI, aquel que busca empoderar a la mujer desde su feminidad y desde la libertad; aquí la moda juega un papel fundamental, sobre todo la moda como industria de productos para la belleza, el cuerpo, la indumentaria, etc. que hoy habla de comodidad apostándole a siluetas, materiales que aporten la sensación de libertad sin dejar de ser mujer y el también al decorarse como fuente pura de lúdica femenina.
Vanessa: sí es cierto que muchas feministas de línea radical despotricaron la moda durante mucho tiempo. Hacia finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, como lo menciono William, abogaban por ideas sufragistas, pero también para la misma época, con el Dress Reform muchas feministas comenzaron a abogar por una manera de vestir que permitiera a las mujeres una mayor libertad de movimiento para tener vidas más activas. Por otro lado, Holly Brubach, la crítica de moda, escribió alguna vez que le parecía insólito que las mismas feministas rechazaran lo que había sido durante siglos un pasatiempo meramente femenino. Ese tipo de feministas abogaban por un tipo de vestir que, como dije anteriormente, fuera más “natural” o “funcional”. Chanel de cierta manera creía algo similar, sin ser necesariamente una feminista consciente, su ropa tuvo, sobre todas las cosas, formas que permitían a las mujeres moverse mejor para las nuevas actividades de vida que surgían en esa época: caminar por las aceras, bailar cierta música, conducir automóviles, etc.
William: Claro, por otro lado, de hecho, y tiempo después, si no estoy mal, Maiden Form hizo una encuesta para saber si las mujeres deseaban los sostenes y efectivamente los querían sólo que más cómodos. Esas fueron las bases para las investigaciones que concluyeron 20 años después en el WonderBra de los noventa. A hoy, hay nuevas corrientes feministas que buscan reconciliar el concepto de feminismo y feminidad, demostrando cómo la moda es una herramienta para lo segundo, y que la lucha por una igualdad no está emparentada con una renuncia al atavío, al adornarse; y que por el contrario esta son formas de auto afirmación y maneras de estar en el mundo. De esa corriente forman parte la grandes intelectuales de la moda: Valerie Steele, por ejemplo, o una Elizabeth Wilson.
Antes de terminar me gustaría Vanessa que me cuentes un poco sobre cómo abordas este tema en tu tesis de Fashion Studies donde la moda, el feminismo y la imagen se van convirtiendo en aliadas pero al mismo tiempo se confronta.
Vanessa: Las preguntas que despierta la relación entre moda y feminismo siempre son complejas y nunca tienen respuestas fijas. Sin embargo, hay algo que observo, y este es uno de mis puntos centrales en mi tesis en Fashion Studies, en lo que concierne a cómo los blogs de estilo personal e Instagram han afectado la feminidad contemporánea. Estos medios han permitido que las mujeres controlen su imagen – algo sin precedentes en la historia de la mujer. La pintura, el cine y la fotografía casi siempre han sido creadas por la mirada masculina y, por ende, las imágenes de las mujeres son fabricadas desde la perspectiva de los hombres. Las tecnologías digitales han cambiado eso, es cierto, pero también han hecho que la imagen sea bastante importante, por ende, las mujeres de hoy nos definimos mucho por la imagen ya que vivimos en un mundo dominado por lo visual. Estas son las complejidades del feminismo actual. También creo que los ideales de moda de hoy son más feministas en cierto sentido. Esto lo escribí en Vogue hace un año ya – pero es mi postura también que los iconos de hoy, las mujeres más fashionable del medio, son en esencia “man repellers”, es decir, se visten para atraer la mirada femenina, su forma de vestir no está interesada en seducir al hombre. Eso es interesante, pero, el hecho de que Leandra Medine haya acuñado el término “man repeller” refleja también la ambigüedad del tema: pues aunque es cómico e inteligente el término, la palabra se define igualmente con base a los hombres.
¿Finalmente, cómo es el feminismo del siglo XXI y cómo la moda interviene en él?
William: En perspectiva creo que esta última corriente que te describo en la respuesta anterior, seguirá su camino con mucho éxito, puesto que si bien siguen existiendo diferencias, desde el campo intelectual y la toma de poder las mujeres, desde los años ochenta, vienen conquistando un campo todavía más amplio. Su inclusión en la política se ha hecho evidente en las últimas décadas incluso en América Latina; el camino que le queda al feminismo por recorrer, en términos de la imagen que por tanto tiempo lo menoscabó, tiene que ver con volverse a liar con la idea de feminidad. Todavía la palabra feminismo expresa para muchos una postura radical, en la que la existencia de lo masculino pretende desterrarse; sin embargo no eso lo que propone la nueva mirada, si no una afirmación de la feminidad, una determinación de su poder y el posicionamiento a ojos vistas de la condición de ser mujer sin que por ello se le asignen roles tradicionales, sino que puede ejercer en cualquier campo sin dejar de ser femenina.
Vanessa: la moda, con sus posibilidades de transformación, tiene poderes de rebelión, más que de esclavitud o constreñimiento. La moda femenina está basada en la variedad, en la posibilidad que tiene una sola de mujer de asumir muchos roles estéticos sin dejar de ser la misma mujer. Eso, por ejemplo, no lo tienen los hombres, cuyo vestir después de la Revolución Francesa se volvió y se ha mantenido bastante homogéneo. Además, el ornamento, decían, poco tiene que ver la “funcionalidad”, adornarse es más un deleite, y un deleite sobre todo femenino. En ese sentido, la moda tiene puede tener un alto tinte feminista. Las teorías posmodernas de la moda, entonces, legitimaron el goce estético que las mujeres sienten con el vestir. En ese sentido, moda y feminismo dejaron de ser antagónicas. La moda, como un juego con la identidad, pasó a ser algo que también podía empoderar a las mujeres. Además, creo que la tarea de hoy en día consiste en explicar que feminismo es un lente, una forma de pensar que reflexiona lo que significa ser mujer. Que los retos de hoy son distintos a los de los sesenta, que es importante tener en cuenta y validar las luchas de ese momento en su contexto, que la imagen no puede ser la única fuente de definición de identidad de las mujeres porque nos debilita y que debemos, de manera permanente, preguntar cuáles son los temas de la feminidad contemporánea.
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