Hablar de las pieles en la industria de la moda ha sido polémico; sin embargo, lo que aquí nos proponemos es dar una mirada a los usos culturales de las pieles, a sus posibles connotaciones simbólicas y a los debates que han suscitado en la cultura occidental. Antes de eso revisaremos a quienes se consideran los peleteros más antiguos del mundo: los inuit.
El pueblo inuk está constituido por los habitantes de la costas árticas de América y la isla de Groenlandia, se expandieron en ese territorio provenientes del extremo norte siberiano vía el estrecho de Bering, dedicándose a su actividad de cazadores recolectores. Podríamos decir que consagrados más a la caza que a la recolección, dadas las condiciones áridas de un territorio cubierto por extensas capas de hielo. Traían consigo sus herramientas e indumentaria pero también un capital cultural basado en el aprovechamiento óptimo de los recursos naturales, y transmitido de una generación a otra; de hecho, una escena del documental Nanook del Norte (1922) muestra al protagonista jugando con su hijo a cazar ositos de hielo, un juego que implica transferir un conocimiento esencial para la existencia, ya que “si falla la caza” el territorio se convierte en “el país de la muerte y no hay comida”[i].
Precisamente la vestimenta inuk derivaba de esos recursos y se confeccionaba completamente con pieles de animales las cuales les permitieron subsistir bajo temperaturas inclementes, y mediante el desarrollo de refinadas técnicas de curtido y confección de pieles de renos, osos polares, focas y morsas. De manera que los pantalones de invierno se confeccionaban en piel de oso, la parte superior con la de reno, las botas con diferentes pieles dependiendo de su resistencia, incluida la piel de foca. Y cómo no mencionar el amauti (si es de mujer) o qulittaq (si es de hombre), esa especie de abrigo con capucha ribeteada de piel de oso que se convirtió en su distintivo. Todas estas prendas, valga la aclaración, iban cosidas con tendones secos de reno y patronadas a ojo, pues las mujeres tienen los patrones “en la cabeza”[ii].
Por lo menos en el trascurso de treinta y cuatro siglos se mantuvieron fieles a su tradición vestimentaria, dicha tradición fue comprobada con dos hallazgos arqueológicos. El primero en 1978, al descubrirse en Groenlandia occidental los restos congelados de ocho cuerpos, y el segundo en 1982, al norte de Alaska, donde fueron hallados otros más. A pesar de las distancias entre uno y otro lugar llamó la atención de arqueólogos y antropólogos el hecho de que las ropas exhumadas en ambas partes fueran “similares por la técnica de fabricación de la piel y por su concepción a las que llevan los inuit actuales”[iii]; es decir, aquellos que comúnmente conocemos como “esquimales”. Un apelativo —peyorativo y rechazado por el pueblo inuk— que les dieron los nativos del sur de Labrador y que significa “comedores de carne cruda”.
Ese capital cultural y esa tradición que hemos mencionado harían parte de los discursos en contra de las políticas de grupos ecologistas que a partir de los años setenta se hicieron populares en Occidente: Lynx, Peta y Greenpeace; esa fue la época en que surgió un cuestionamiento radical al uso de las pieles en la industria de la moda. Sin embargo, la humanidad a lo largo de su historia y en distintas regiones geográficas parece haber estado fascinada con ellas; griegos, romanos, egipcios, aztecas o inuit o la misma cultura occidental encontraron en las pieles no solo un valor práctico o económico sino un signo para expresar ideas de fortaleza, poder, riqueza, prestigio, lujo, decadencia o seducción. Eso hace imposible trazar una línea cronológica que marque el paso del valor utilitario al valor simbólico que se les ha adjudicado.
En esa fascinación las superficies moteadas o listadas de tigres, leopardos, linces o jaguares, y las de otros félidos han sido las más apreciadas, e investidas con significados que van desde la fortaleza física y la virilidad de guerreros honorables hasta la idea de mujeres guerreras o devoradoras de hombres.
Por ejemplo en la mitología griega Heracles encarna la fortaleza física y la virilidad, en parte por haber vencido en una lucha cuerpo a cuerpo al León de Nemea, una bestia atemorizante y con una piel impenetrable a la que las armas no le hacían ningún efecto. No obstante su valentía, Heracles parece haber olvidado ese detalle puesto que Atenea tuvo que disfrazarse de bruja e indicarle que la mejor herramienta para desollar la piel eran las propias garras del león. Así estuviera muerto su piel seguía invulnerable, quizás por eso una vez desollada pasó a ser la armadura de guerra de Heracles, pero además fue la prueba reina de su hazaña, diríamos también que su trofeo de victoria. Por eso se suele representar vistiendo esa piel, con la cabeza del león a modo de capucha, el resto del pellejo cubriéndole la espalda y con las garras anudadas sobre su pecho. El mito sugiere que el poder que diferenciaba a la bestia se transfiere al héroe, y esa idea es una constante en los análisis antropológicos que explican el uso de plumas, pieles y huesos en la indumentaria ritual —e incluso la cotidiana— de comunidades ancestrales el cual les confiere propiedades mágico-rituales.
Las amazonas, una casta guerrera que conformaba un estado compuesto únicamente por mujeres, encarnan en la mitología griega un tipo de mujer varonil, temeraria y reaccionaria frente al dominio masculino. Eran mujeres salvajes y bárbaras cuya destreza en las artes bélicas podía ensombrecer la pericia guerrera de cualquier hombre, y esto se expresaba “mediante el uso de pieles de animales, especialmente la de leopardo, porque a la hembra de esa especie se le conoce por ser una guerrera superior al macho”[iv].
Pero la imagen de las poderosas amazonas con su carácter dominante encierra a su vez un atractivo sensual. Así, Aquiles sucumbió al encanto de Pentesilea, la reina de las amazonas, porque en el momento de asesinarla, cuenta la historia, él se enamoró de ella al mirarle a los ojos poco antes de que exhalara su último aliento. Esa imagen de la mujer que vestida de piel domina con sus encantos, cual Pentesilea, ha sido explotada hasta la saciedad en el mundo contemporáneo e incluso convertida en simple caricatura.
En ese orden de ideas, ya en el siglo XVIII se hacían retratos de damas nobles donde se mezclaban guerreras amazónicas vestidas con pieles felinas y cazadoras mitológicas. Es el caso de la pintura de madame Maison-Rouge retratada como Diana, o mejor dicho, como Artemisa (para seguir hablando en “sentido griego”). Ésta era la diosa de la caza, la protectora de los animales y la única divinidad adorada por las amazonas; pese a ser una diosa virgen también se le relacionaba con la fertilidad y la maternidad; en el fondo por muy ingenuo que parezca ese cuadro lo que vemos ahí en una manifestación moderna y temprana del paradigma de la mujer dominante e hipersexualizada, el mismo que el cine de Hollywood ayudará a configurar hasta crear una amazona moderna, devoradora y cazadora de hombres, por antonomasia vestida de pieles, dicho de otro modo, vestida de poder. Los casos son múltiples, Marlene Dietrich, Jean Harlow, Greta Garbo o Jayne Mansfield, por mencionar solo algunas, interpretaron a mujeres sagaces y dominantes con la capacidad de “cazar” millonarios explotando su propia sensualidad, e incluso llevaron ese papel de mujeres fatales más allá de la pantalla, a sus propias vidas. Se cuenta por ejemplo que Mansfield “llevaba, … con cuarenta grados y al borde de la piscina, o mejor dicho arrastraba por el suelo detrás de ella, un visón blanco que se hizo legendario”[v], solo para que la gente viera que estaba acostumbrada al visón.
Continuará…
[i] Nanook del Norte. Dir. Robert Flaherty, 1922.
[ii] Toussaint-Samat, M. (1994). Historia técnica y moral del vestido, 1. Las pieles. Madrid: Alianza.
[iii] Ibíd.
[iv] Bolton, A. (2004). Wild: Fashion Untamed. Nueva York: The Metropolitan Museum of Art
[v] Toussaint-Samat, M. (1994). Historia técnica y moral del vestido, 1. Las pieles. Madrid: Alianza
3 Responses
Las pieles, de la aceptación a la condena (Segunda parte) | Portal de Moda, Desfiles, Tendencias fashion, Diseñadores
febrero 16, 2013[…] Viene de la primera parte […]
Las pieles, de la aceptación a la condena (Primera parte) | Moda y Vestido
marzo 2, 2013[…] Precisamente la vestimenta inuk derivaba de esos recursos y se confeccionaba completamente con pieles de animales las cuales les permitieron subsistir bajo temperaturas inclementes, y mediante el desarrollo de refinadas técnicas de curtido y confección las pieles de renos, osos polares, focas y morsas. De manera que los pantalones de invierno se confeccionaban en piel de oso, la parte superior con la de reno, las botas con diferentes pieles dependiendo de su resistencia, incluida la piel de foca. Y cómo no mencionar el amauti (si es de mujer) o qulittaq (si es de hombre), esa especie de abrigo con capucha ribeteada de piel de oso que se convirtió en su distintivo. Todas estas prendas, valga la aclaración, iban cosidas con tendones secos de reno y patronadas a ojo, pues las mujeres tienen los patrones “en la cabeza”[ii]. Continuar… […]
Las pieles, de la aceptación a la condena (Segunda parte) | Moda y Vestido
marzo 2, 2013[…] Sucede que en los años sesenta una figura nefasta llegó al poder en República Centroafricana, se llamaba Jean-Bédel Bokassa, y en los setenta se autoproclamó emperador, con el título de Bokassa I; pensaba que haciendo de su país un imperio éste sería respetado por el resto del mundo. Para la ceremonia de coronación, el más aparatoso de los actos de que la historia reciente tenga noticia, llevó una extensa capa ribeteada de armiño, y su trono imitaba en todo el aparataje simbólico la estética napoleónica: alfombras y cortinas rojas, acabados dorados y esa extensa capa armiñada que le hacía juego a una corana cuya base iba forrada en la misma piel. Con ello Bokassa tomaba el simbolismo de una de las pieles más apreciadas por la nobleza europea y adoptada por ellos como un privilegio exclusivo. Continuar con la segunda parte… Quiero ir a la primera parte. […]