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Apuntes sobre Coco Chanel… (Primera parte)

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De regreso a Fashionradicals! Estaba dedicado a la escritura de mi primer libro;  publicado por el Laboratorio de Moda de Inexmoda (Instituto para la Exportación y la Moda, Colombia). A propósito del natalicio de Gabriel Chanel, comparto con ustedes estas notas sobre uno de los personajes más claves de la moda del siglo XX.

Por William Cruz Bermeo

Gabrielle Chanel en un hotel de Londres en 1932. © Keystone/Hulton.

No existe un personaje en la historia de la moda más rodeado de leyendas que Gabrielle Chanel, constantemente se le adjudica la invención de prendas y costumbres que aumentan el mito en torno a ella, pero cuando a Karl Lagerfeld se le preguntó qué había inventado Chanel, su respuesta no alabó precisamente originalidades como las prendas en tejido de punto, ni los vestiditos negros, ni las melenas cortas o la bisutería; por el contrario, aseguró que mezclar joyas con bisutería no fue idea de ella sino de su amiga Misia Sert, y que Chanel tampoco fue la primera en llevar el pelo corto —como comúnmente se dice―, pero que sí tomó varios elementos “para convertirlos en un ‘look’ que representaba la idea de la modernidad” y agregó que “se inventó a sí misma, y eso es lo grandioso”[1]. La respuesta devela el verdadero invento de Chanel: crear su propio mito, pues “lo que más impresiona de su vida… es el enigma que supo ser a ojos de todos los que se le acercaron”[2]; vivió presa de su propia leyenda, pero su imagen subsiste hasta el presente. Al mismo tiempo, las palabras de Lagerfeld están en sintonía con los hechos, ya que a la luz de la historia se constata que Jean Patou y Jeanne Lanvin también estaban creando un estilo deportivo y moderno; sin embargo, en términos publicitarios estos dos diseñadores parecían estar en desventaja frente a Chanel.

Chanel era a su vez la promotora de sus propios diseños debido a que encarnaba el perfil de sus clientas. © Man Ray Trust, París.

Por un lado, a Patou siendo hombre le era menos fácil articularse en un oficio que empezaba a ser dominado por mujeres y según su biógrafo, no poseía tanto una visión estética particular sino una gran astucia comercial. Por su parte, Lanvin era una mujer mayor con un aspecto matriarcal que no le ayudaba a proyectar la imagen juvenil de la ropa que diseñaba; dicho de otro modo, no poseía un aire de modernidad comparable al de Chanel, mientras que Chanel sí lo tenía y esto le ayudaba a ser su propia impulsadora debido a que encajaba en el perfil de sus clientas y promocionaba sus diseños luciéndolos primero ella misma. Quizás estas ventajas, sumadas a la actitud poco convencional que poseía y a su comprensión de las necesidades de la mujer moderna, fueron las bases para que hoy la consideremos como la diseñadora más célebre y contribuyente a la moda femenina del siglo XX.

Karl Lagerfeld, reseña en este dibujo los elementos del universo creativo de Chanel; y tres que lo identifican a él: abanico, gafas oscuras y cámara fotográfica. 1991. © Archivo Chanel.

Pero para comprender sus contribuciones es necesario reconocer cuáles fueron las prendas y accesorios con los que construyó  lo que hoy se denomina el look Chanel, y conocer el valor simbólico que tenían esos elementos en su contexto para entender por qué los incorporó a su universo creativo. Entonces, para responder a ello, encontramos en el look Chanel los siguientes elementos: la blusa y la gorra de marinero, el jersey, el cárdigan y los conjuntos de punto, el pantalón, el blazer de botones dorados, el tweed, el traje chaqueta con trencilla y cinturón dorado, el zapato de salón beige con puntera negra y el bolso acolchado de cadena dorada. Todos estos tienen algo en común: o derivan de los mundos masculinos del deporte y del trabajo, o son tomados directamente de ellos, y en el contexto de principios del siglo XX significaban lo contrario al lujo que supuestamente debía encarnar una mujer. De modo que la selección de estos elementos no solo ponía en cuestión el asunto del lujo como una función femenina sino que era coherente con la búsqueda de libertades similares para ambos sexos, donde las mujeres ya no eran seres inútiles y ociosos sino mujeres activas que al trabajar y practicar deportes demandaban ropa igual de confortable a la de los hombres. Por eso, Chanel vería innecesario poner bolsillos donde no pudieran deslizarse las manos o botones, ojales y cintas puramente decorativos; y velaría por que las faldas permitieran dar pasos largos y las sisas y las espaldas de los vestidos fueran lo bastante holgadas para facilitar el movimiento. Elegiría entonces, el tejido de punto y el crepé por su flexibilidad o el tweed por su resistencia. Pero naturalmente comprendía todo esto porque “llevaba una vida moderna, tenía las maneras, los gustos y las necesidades de aquellas a quienes vestía”[3].

Publicidad de Chanel. Vogue Italia, septiembre de 2006.

También figuran la bisutería, el vestidito negro y la camelia. Estos elementos provienen del universo femenino pero al ser acogidos en el look Chanel se les subvertiría su significado original. De este modo, en la alta costura francesa la joyería falsa había sido un complemento inaceptable ya que sus principales clientas eran mujeres aristócratas y burguesas a quienes correspondía evidenciar en su vestido la capacidad económica de las familias a las que pertenecían; por lo tanto para ellas personificar el lujo implicaba, entre otras cosas, no ceder ante el encanto de ningún material que fuera artificial o barato. Sin embargo Paul Poiret daría el primer paso en contra de esta idea, utilizando en sus colecciones bisuterías a modo de borlas, corazones de ámbar y colgantes de piedra en forma de Buda, pero Chanel al introducir perlas de imitación del tamaño de huevos de gaviota y gemas de colores notoriamente falsas iría más allá, debido a que sus piezas recalcaban el carácter de falsedad de las piedras oponiéndose así a la noción del cuerpo femenino como escaparate del poder económico, en este caso, representado en el valor monetario de las piedras reales, pues para ella “las joyas debían llevarse como accesorios de la moda en lugar de ser exhibiciones de riqueza o de ascendencia noble”[4].

Conjunto de calle, hacia 1928. © The Kyoto Costume Institute.

En cuanto al vestidito negro fue una revelación para la época, puesto que los colores claros por ser más difíciles de lavar se asociaban con el estatus y la riqueza, mientras que el color negro era el que llevaban las empleadas del servicio doméstico por lo que se consideraba inadecuado para las damas de alcurnia. Además la sombría atmósfera que había dejado la Guerra como resultado de las miles de vidas que se habían perdido en ella, daba a cualquier vestido negro una connotación luctuosa. Estas dos formas de entender un vestido negro habían sido experimentadas por Chanel, pues se sabe que pasó su adolescencia albergada en un orfanato donde las niñas como ella, subvencionadas por el Estado, llevaban faldas negras para realizar los oficios domésticos del hospicio y así poder retribuir su manutención; mientras que el luto lo había guardado por el que había sido el amor de su vida, pues aunque nunca se casó mantuvo un romance con Boy Capel, quien moriría en un accidente automovilístico en 1919. De esa tragedia Chanel diría que “a partir de entonces nunca tuvo una vida feliz”[5] y optó por llevar unos vestidos negros sencillos para honrar la memoria de su amado. Siete años más tarde la revista Vogue mostraría por primera vez uno de esos modelos: era de falda corta, mangas largas y detalles en diagonal; sus líneas limpias y modernas le valieron el título del Ford Modelo T de la moda. Así, primero Chanel y después Vogue legitimaban la nueva connotación de elegancia para los vestidos negros; la una porque a pesar de su luto era en sí una mujer moderna y la otra porque ya en los años veinte se había convertido en líder de la comunicación de la moda.

Continuar con la segunda parte….


[1] En Gabrielle Chanel, La permanence d’un Style. Dir. Gilles Nadeau, dur. 60 min. Francia, 2001. Prod: France 2/P.B. Productions.
[2] Charles-Roux, E. (2009) Descubriendo a Coco. Barcelona: Lumen.
[3] Morand, P. (1999) El aire de Chanel. Barcelona: Tusquets.
[4] Worsley, H. (2011) 100 ideas que cambiaron la moda. Barcelona: Blume.
[5] Morand, P. (1999) El aire de Chanel. Barcelona: Tusquets.
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  • […] No existe un personaje en la historia de la moda más rodeado de leyendas que Gabrielle Chanel, constantemente se le adjudica la invención de prendas y costumbres que aumentan el mito en torno a ella, pero cuando a Karl Lagerfeld se le preguntó qué había inventado Chanel, su respuesta no alabó precisamente originalidades como las prendas en tejido de punto, ni los vestiditos negros, ni las melenas cortas o la bisutería; por el contrario, aseguró que mezclar joyas con bisutería no fue idea de ella sino de su amiga Misia Sert, y que Chanel tampoco fue la primera en llevar el pelo corto —como comúnmente se dice―, pero que sí tomó varios elementos “para convertirlos en un ‘look’ que representaba la idea de la modernidad” y agregó que “se inventó a sí misma, y eso es lo grandioso”[1]. La respuesta devela el verdadero invento de Chanel: crear su propio mito, pues “lo que más impresiona de su vida… es el enigma que supo ser a ojos de todos los que se le acercaron”[2]; vivió presa de su propia leyenda, pero su imagen subsiste hasta el presente. Al mismo tiempo, las palabras de Lagerfeld están en sintonía con los hechos, ya que a la luz de la historia se constata que Jean Patou y Jeanne Lanvin también estaban creando un estilo deportivo y moderno; sin embargo, en términos publicitarios estos dos diseñadores parecían estar en desventaja frente a Chanel. Por un lado, a Patou siendo hombre le era menos fácil articularse en un oficio que empezaba a ser dominado por mujeres y según su biógrafo, no poseía tanto una visión estética particular sino una gran astucia comercial. Por su parte, Lanvin era una mujer mayor con un aspecto matriarcal que no le ayudaba a proyectar la imagen juvenil de la ropa que diseñaba; dicho de otro modo, no poseía un aire de modernidad comparable al de Chanel, mientras que Chanel sí lo tenía y esto le ayudaba a ser su propia impulsadora debido a que encajaba en el perfil de sus clientas y promocionaba sus diseños luciéndolos primero ella misma. Quizás estas ventajas, sumadas a la actitud poco convencional que poseía y a su comprensión de las necesidades de la mujer moderna, fueron las bases para que hoy la consideremos como la diseñadora más célebre y contribuyente a la moda femenina del siglo XX…  Leer más… […]

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