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ANDRÉS OYUELA: conversación con el fotógrafo colombiano en NYC

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a cita era a las nueve de la mañana en un café, el Brich Coffee del Upper West Side. La cuestión era simple, quería conocer a Andrés Oyuela y saludarlo mientras me encontraba en Nueva York y por eso le pedí a Catherine Villota, la editora de Fashion Radicals, que nos pusiera en contacto. Y si la conversación era chévere y distendida yo haría una pieza para el portal relatando el encuentro. Era solo eso, una conversación sin preguntas preparadas y sin tono de entrevista ya que no soy periodista; por eso tampoco habría grabaciones de audio ni fotos del encuentro, pues la idea era saber de él mientras nos tomábamos un café, y así fue.

 

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Andrés no necesita presentación, es un fotógrafo colombiano radicado hace pocos años en Nueva York, que ha puesto un pie en el mercado norteamericano ya que fotografía la moda para The Wall Street Journal, de la mano de Becky Malinsky la editora encargada de ello. Se instaló allí tras nueve años de actividad en Colombia con logros importantes, lo digo por las marcas y personalidades que ha fotografiado y porque ha hecho de su arte una actividad lucrativa. Estar en esta ciudad ha implicado para él interrogarse por qué es eso que hará particular su trabajo para este mercado y trazar nuevos objetivos para su carrera.

Como alternativa a sus propios interrogantes, Andrés se inscribió y fue convocado a uno de los Labs Portfolio Reviews que organiza Red Hook Labs*. Estas revisiones de portafolio sirven como plataforma para que artistas emergentes presenten su trabajo y reciban una retroalimentación de tú a tú por parte de agentes, directores creativos, editores fotográficos y demás profesionales de la industria altamente destacados. El creador de Red Hook Labs es Jimmy Moffat; según Hattie Crisell de Another Magazine, para cualquier artista que esté abriéndose paso el hecho de que Moffat se le atraviese en el camino significa un antes y un después en su carrera. Y lo es no porque inmediatamente le lluevan contratos con grandes publicaciones sino por la agudeza de sus consejos, pues su experticia y afinado ojo ha guiado la carrera de fotógrafos como Steven Meisel y otros artistas representados por Art + Commerce, agencia fundada también por él. Por ello Moffat es uno de los presentes en la revisión de portafolios y, evidentemente, para Andrés encontrárselo ha sido revelador.

 

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En primera instancia ha significado reflexionar sobre su vida personal en relación con su oficio de fotógrafo, un aspecto que según los consejos recibidos de Moffat es relevante en la búsqueda de ese sello personal que da un carácter distintivo al trabajo de aquellos fotógrafos cuya estética tiene alcance global. Así que fue directo al decirle a Andrés: “somebody needs to break your heart”. Pero quizás se lo dijo no solo por el hecho de que para entonces no tuviese un compromiso sentimental sino también porque su proceso como fotógrafo ha seguido un curso contrario al de fotógrafos grandes ligas en Estados Unidos, quienes logran reconocimiento y vivir cómodamente de su oficio a una edad más avanzada que la de Andrés, que ahora cuenta con 28 años y en sus nueve como fotógrafo ha logrado un posicionamiento comercial valioso. De hecho, Andrés me cuenta que no se vino a Nueva York justamente en busca de trabajo sino de nuevas metas, porque en su país ha hecho todo aquello a lo que un fotógrafo local puede aspirar; lo dice sin la arrogancia con que puede leerse transcrito en estas letras. Vale aclararlo porque, de efecto, es una persona bastante cordial; personalmente temía encontrarme con una diva de esas que toman fotos y para las que faltan trapitos con qué cogerle; pero no, es un ser cálido, intuitivo en sus declaraciones y afectuoso. Por ejemplo, hablando de mil cosas con preocupación me dijo: “creo que los colombianos nos damos muy duro entre nosotros cuando estamos aquí”.

 

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Una de las nuevas metas de Andrés Oyuela es la versión norteamericana de Vogue, y se lo hizo saber a Raúl Martínez, el hombre que según The New York Times es “el latino más poderoso en las publicaciones de papel cuché”, el mismo que lidera un equipo de 200 empleados en Condé Nast, la editorial que publica las revistas de páginas satinadas más influyentes de Estados Unidos, entre ellas Vogue. Para más señas, se le recuerda por el documental The September Issue, ahí es el personaje que favorece las decisiones de Anna Wintour sobre unas fotos dirigidas por Grace Coddington. Martínez, fue otro de los expertos en la revisión de portafolios donde Andrés presentó el suyo. Uno de los consejos más resonantes que recibió de él fue salirse del estudio y explorar más la calle como escenario, e hizo una acertada lectura sobre su trabajo al anotar que Andrés cuenta con una visión clásica de la moda que, además, resulta oxigenante para expertos como Martínez debido a la oleada de portafolios con imágenes de espíritu “indie”, mujeres de rostros aburridos y aspecto vulnerable, o versiones visuales y desvanecidas de la lolita de Nabokov, un cliché al que medio siglo después muchos recurren en un intento por hacer vanguardia de la imagen.

 

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Lo engañoso que es para la búsqueda personal de un fotógrafo la adulación on line, las expresiones como BRAVO, GENIO y BRUTAL que brotan como hongo en hierba húmeda ante cualquier chispazo o experimento visual.

 

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Esa visión clásica sale a flote en varios comentarios del mismo Andrés, como cuando me cuenta que la ropa es su principal inspiración a la hora de fotografiar moda. No pienso ni en tal película, ni en este ícono o esta luz, lo primero es la ropa, dice. Ante eso, me viene a la memoria un maestro clásico como Irving Penn para quien capturar la textura y el aura escultórica de, digamos, un traje de Balenciaga, podía ser el centro de la creación de una imagen. Es más, Penn está entre las luminarias del pasado que motivan a Andrés quien, dicho sea de paso, es un estudioso de la historia de la moda vista a través de las imágenes que la han engrandecido; por eso disfrutó como niño la retrospectiva que este verano el MET dedica a Penn. Los años de entrega a su oficio no le han privado de estudiar los maestros tanto del pasado como del presente, habla con la misma propiedad de un Penn o de un Meisel; y a la vez expresa su admiración por compatriotas cuya estética fotográfica fue un espejo para él en sus inicios, como Efrén Isaza y Raúl Higuera.

En realidad, cualquiera con 250 dólares puede inscribirse a estas asesorías de portafolio, lo complejo es quedar seleccionado entre los únicos quince cupos que se otorgan. Andrés ha pasado dos veces el filtro y de su segunda revisión cuenta con emoción que fue recordado por Moffat como “el colombiano”. Y es que Andrés Oyuela considera que la experiencia de ser colombiano puede inyectar a sus imágenes una visión particular de la moda. Siente que hay un momento especial para la creatividad colombiana y, a modo de ejemplo, comenta la admiración que despierta en Malinsky la diseñadora Johanna Ortíz. Así que para él explotar la vena latina e ingresar en la fuerza latina de Estados Unidos también son objetivos. Coincidimos en la existencia de ese momento especial, quizás porque emociona ver en Bergdorf Goodman más de una marca relacionada con Colombia y bien ubicada en la jerarquizada geografía de la tienda.

Moffat tenía razón, alguien necesitaba romperle el corazón y fueron precisamente los asesores de su última revisión de portafolio. Pero esa “ruptura” ha sido bastante positiva y, especialmente, reflexiva para Andrés porque ha implicado repensar su trabajo en aras de consolidar su propia visión de la imagen de moda, su “identidad”, como se lo expresaron los asesores. Siguiendo el consejo de ellos inicialmente hizo una pausa. Decidió irse a Islandia con la contemplación como único fin y sin el afán de registrar absolutamente nada, sin “disparar”, como se dice en el argot fotográfico. A hoy, está tranquilo con la idea de tomarse el tiempo para vivir y aligerar la rigurosa disciplina que se autoimpone en sus compromisos laborales; es también parte de la respuesta a los consejos que con gentileza y sensatez recibió de los expertos.

Y es que conversando con él se manifiesta de una su perseverante conciencia de mantener los pies en la tierra. Eso se traduce en que a Andrés Oyuela no lo obnubilan los nombres de las tantas celebridades locales y latinas que ha fotografiado, mucho menos el tema de los “likes” en las redes sociales o los oropeles de la prensa. Ahí nuestra conversación gira hacia lo engañoso que es para la búsqueda personal de un fotógrafo la adulación on line, las expresiones como BRAVO, GENIO y BRUTAL que brotan como hongo en hierba húmeda ante cualquier chispazo o experimento visual. Frente a una avalancha de adulaciones se reducen las posibilidades de que la persona revise lo que hace y en el mundo on line donde “todos somos felices”, nadie va por la vida haciéndote caer en cuenta de las fallas, reflexiona Andrés. Es consciente de las trampas que eso encierra y también de las que encierra el trato rimbombante y de celebridad que puede recibir de clientes y medios, ya que pueden perderse los estribos y, por ende, metas y objetivos más grandes que figurar como tal. A propósito, Andrés se ha encargado de fundamentar su imagen pública en su trabajo y no en su fachada personal. No encuentra atractivo exhibir el estilo de vida del fotógrafo junto a su trabajo, por eso en su cuenta de Instagram escasean los retratos suyos y de su cotidianeidad. En eso se identifica con Steven Meisel.

Son casi las once de la mañana y hay más de qué hablar, pero Andrés tiene otra cita y luego se encontrará con la modelo Toya Montoya, a quien el día anterior he visto a unas barras de distancia en el Food Hall del Hotel Plaza. A propósito, comentó cómo lo apabullante de esta ciudad evapora el aura de celebridad que pueda tener una persona en Colombia. Es verdad, “aquí se es simplemente uno más”, me dice. Finalmente salimos de aquél café de Upper West Side, es esa la zona donde vive Andrés muy feliz porque es un barrio sereno, apropiado para una persona como él poco interesada en la terna Sex, Drugs & Rock & Roll que la creencia popular asocia con la vida del fotógrafo de modas triunfador, gracias al mítico David Bailey retratado por Antonioni en su película Blow-Up.

Tomamos el metro con destinos distintos y la promesa de seguir en contacto, en parte para enviarle la pieza escrita sobre nuestra conversación y hacerle algunos aportes sobre la selección de imágenes que hará para la nueva versión de su página web. En resumen, fue una conversación amena y emotiva.

* La entidad que organiza esas revisiones es una corporación de beneficio público, dedicada a establecer comunidades creativas y negocios auto sostenibles en áreas en desarrollo. Lo hace mediante una relación única con las industrias creativas, conectando educación y capacitación continua en el desarrollo de habilidades con miras a la mentoría, pasantías y colocación en campos de creación relativos a la imagen.

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