Los artistas extraordinarios, en los trazos de Álvaro Barrios, tienen los volúmenes corpulentos de Tom de Finlandia, con la ropa ajustada y los músculos cubiertos en tatuajes o uniformes. Esta es su imagen personal del artista que trascendió las barreras, que dejó atrás las tendencias de su tiempo y fue capaz de interpretarse y expresarse a sí mismo, sobre cualquier técnica y bajo cualquier corriente artística.
En su nueva exposición, presente en la Galería La Oficina en Medellín, Barrios, el nadaísta que abrazó al arte pop desde muy joven, presenta en un humor negro coloreado, al estilo de las tiras cómicas de los periódicos que adornan los tradicionales crucigramas y dominicales, sus premios personales; los galardones y reflexiones a artistas de ayer y hoy que le han ganado su atención, que ha querido y que lo han defraudado durante una larga carrera de memorias, triunfos y desencuentros.
“¡Aunque Ud. no lo crea!” es precisamente una exposición de desencuentros. Se ama, se odia o simplemente no se encuentra un punto de equilibrio. A partir de las líneas seguras y los colores planos propios del arte pop, Álvaro Barrios se remite a la estética de Chester Gould, el creador de Dick Tracy, uno de sus grandes favoritos, para conceder la “Copa Marcel Duchamp” a artistas contemporáneos que admira y que considera que crecieron y se despojaron de la mediocridad para convertirse en algo más grande, acreedores del título ficticio “el artista más perfectamente desarrollado del mundo”, creado por él mismo y parte última y codiciada de un curso, igualmente producto de esta ficción, que el artista dicta en su cabeza.
El cuento de entrenar artistas y convertirlos en superhombres se inspira en la figura y la historia del fisiculturista Charles Atlas. Un personaje, que obsesionado por el ejercicio físico, recibió en la década de los veintes el título de “el hombre más perfectamente desarrollado en el mundo”, a lo que le siguió un negocio en el que realizaba cursos vía correo con clases pensadas para el desarrollo e inflamiento de los músculos. Álvaro Barrios se convierte entonces en el señor Atlas, le dicta a artistas como Matthew Barney, Jeff Koons y Paul McCarthy, cómo alcanzar el éxito, representado en playas paradisíacas, mujeres siempre alrededor y en la mano, “L fuente” de Duchamp, como último logro de sus carreras.
La caricatura y el sarcasmo son tan fundamentales para la obra de Barrios como las fornidas figuras a pleno color y el olor tácito a periódico que ofrece “!Aunque Ud. no lo crea!”; este es un acercamiento a un artista que ha observado la historia del arte colombiano con lupa y lápiz y la ha contando como mejor puede y le parece: a partir del humor y de desdibujar la línea de lo políticamente correcto. Aquí, él sin tapujos les otorga a Fernando Botero y a Salvador Dalí como artistas olvidables, entre muchas otras menciones, otorgándoles un diploma y explicando que mientras el primero siguió recreando una misma obra durante décadas, el segundo carecía de real imaginación. Todo puede llegar a ser subjetivo, en especial para el artista que en hace ya casi cincuenta años quiso ser “la parte en blanco que queda al final de una carta” para la historia del arte.
¿Qué piensas acerca de esto?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.