M
e ha tomado tiempo decantar los pensamientos y emociones frente a la edición 2020 de Colombiamoda, La Semana de la Moda Digital. Fue una novedad este formato virtual, tanto para sus directivos, como para los diseñadores, marcas y empresarios, periodistas y público en general. Para todos fue un reto abordar este reto: cómo mostrar, cómo comunicar, cómo ver.Pienso y me imagino esa reuniones para tomar la decisión de hacer o no esta edición, y cómo y cuándo hacerla. No quisiera estar en los zapatos de los directivos de Inexmoda. Interrumpir una tradición que ya cumple 30 años sería doloroso; seguir, era todo un reto.
Mandar un mensaje de que seguimos adelante como industria en tiempos difíciles, podía ser importante. Se arriesgaron y le dieron continuidad al evento. Valientes. Lanzados. Ahora, después del partido, como dirían los analistas deportivos, cuando todos se vuelven técnicos (como yo ahora), solo se me ocurren preguntas. ¿Pasar al formato digital, implicaba hacer las mismas cosas que en el formato físico tradicional o era la mejor excusa para repensarse? ¿No era el momento de revolucionar para evolucionar, como dice el manifiesto de esta semana de la moda tan particular? ¿Cómo sería un formato digital en medio de una pandemia? ¿Se aprovechó la transformación digital, a la que muchas empresas les ha tocado embarcarse en forma improvisada, para renovarse?
Creo que ante la premura de cumplir este compromiso en la misma época que siempre se ha hecho no dio mucho tiempo para repensarse, para mirar opciones, para plantearse retos distintos, para reajustarse más allá de lo técnico; tal vez primó el no dejar de ser. Algo similar les pudo haber pasado a muchas marcas y diseñadores que participaron en el eje de moda, en el que las tradicionales pasarelas dieron paso a las ‘puestas en escena’.
Debo reconocer que la emoción de un desfile visto en vivo es todo un evento. Son entre 10 y 15 minutos en los que confluyen muchas cosas: ante todo, la propuesta que hace el diseñador a través de sus prendas, pero también la música, las luces, el maquillaje, la composición de los look, la historia que cada uno cuenta y el rompecabezas que arman en conjunto. Poder ver en movimiento las prendas, tocar y sentir las texturas, clasificar los colores, apreciar los detalles… se convierte en un coctel para los sentidos y un desafío para entender contextos y mensajes.
Un desfile, así muchos no lo crean, es una composición artística de pies a cabeza, que debe, no siempre lo logra, producir emociones en el espectador y comunicar ideas. Sí, este es un placer restringido a unos pocos y en este punto ganó público al poder transmitir estas puestas en escena para que las viera todo el mundo. Punto. Eso es otra forma de democratizar la moda. Pero vuelven y surgen las preguntas. Y las tengo desde que el calendario de las semanas de la moda comenzó a coincidir con las restricciones que la pandemia ha ido imponiendo en distintos puntos geográficos del planeta.
¿Cómo va a contar la moda estos tiempos que estamos viviendo? ¿Cómo mostrar una colección desde una narrativa distinta a los desfiles? ¿Qué formato utilizar? ¿Qué mostrar: toda la colección, unas prendas, un abrebocas? ¿Cómo producir una experiencia sensorial a través de una pantalla? ¿Cambia la narrativa? ¿Cómo ser empáticos con la situación actual desde el ADN de la marca?
La situación planteó retos para resolver a gran velocidad. Es una situación nueva, momentos para aprender, pero también para innovar; para ensayar, equivocarse y avanzar, dentro de una industria que se define a sí misma como creativa.
Nada está escrito sobre piedra de cómo hacer las cosas en estos casos, pero al tiempo, cada vez contamos con más herramientas y recursos tecnológicas y humanos de los que echar mano. París Fashion Week alta costura otoño-invierno 2020-2021 fue el primer evento que se realizó de manera digital (algunos cancelaron, otros siguieron de forma tradicional) y allí los resultados son muy variados, lo que muestra que en cuestión de comunicar moda en tiempos digitales todavía el camino no está claro.
Schiaparelli mostró cómo su director creativo va haciendo los bocetos y dibujos de una colección; Dior hizo un fashion film con una bella historia onírica muy compacta como la colección; Valentino montó un video con 15 siluetas volumétricas; Iris Van Harper solo presentó un vestido, con el que deja ver la fuerza de sus creaciones 3D, y Jacquemus, el video de una pasarela con distanciamiento social en medio de un trigal.
Entonces, vuelven las preguntas: ¿qué quiere decir ‘puestas en escena’? ¿Es un desfile filmado? ¿Es un fashion film? ¿Es un performance? ¿Es un cortometraje? ¿Es un tráiler? ¿Qué se iba a presentar en Colombiamoda?
Me ilusioné mucho al pensar que el término ‘puesta en escena’ abre todo tipo de posibilidades en una industria creativa como la moda. Pero al ver el resultado de las producciones –no hablo de las colecciones-, en la mayoría de los casos, me sorprendí. Poco innovadores, arriesgados y creativos.
Está bien, todo estamos aprendiendo con este nuevo formato y, citando nuevamente el manifiesto de Colombiamoda, “ganas más al equivocarte intentando que paralizándote”. Pero nada de esto es excusa para la falta de calidad. Y me refiero en concreto, al frecuente uso del chroma kay. Es tan antigua la técnica, que los montajes que hicieron con ellos, también se vieron así.
Retrocedimos como 40 años en producción, tanto visual, como narrativa, como de musicalización.
Esta precariedad y pobreza de las ‘puestas en escena’, de la producción, en muchos casos, distrajo la atención sobre lo esencial: las colecciones. Por eso, con colegas y amigos del mundo de la moda, nos sorprendimos más hablando de ellas que de las prendas.
La mayoría de ellos no pudieron desprenderse de la idea de desfile. Pocas, y hay que mencionarlas, tuvieron una propuesta que marcó la diferencia: Gef, se puso a la cabeza recurriendo a un videojuego, que conecta perfectamente con sus públicos de nativos digitales y con las propuestas del momento en temas de mercadeo; el colectivo PAL, donde diez diseñadores arman looks combinando sus prendas y accesorios, por original; Pink Filosofy, porque narra una historia empática con el momento; Diego Guarnizo, con su estructura televisiva con mensaje potente sobre la violencia contra las mujeres; Punto Blanco, con un fashion film bien realizado, y Juan Pablo Socarrás, con un video corto, contundente y coherente, hecho con un celular. Destaco de este último, que fue el único que se atrevió a hacer de las máscaras protectoras, parte de los atuendos, lo que lo hace no solo empático con el momento, sino que asume la normalidad que significa lucir este accesorio que nos acompañará durante varios meses.
Entonces, luego de ver las propuestas de puestas en escena (no de las colecciones, que tampoco fueron impactantes) surgen las preguntas: ¿Hubo lluvia de ideas en los equipos creativos de las marcas y diseñadores para proponer formatos? ¿Se hizo benchemarking para ver qué se ha hecho? ¿Cuáles fueron los criterios para la narrativa? ¿Se pensó en cómo ser empáticos con el momento? ¿Hubo poco tiempo para pensar en las propuestas? Tenemos una industria audiovisual fuerte, ¿por qué no se recurrió a ella? ¿Se aprovechó el potencial de otras expresiones artísticas?
Sí, esta Semana de la Moda Digital, me deja más preguntas que certezas, de estas, solo una prima: el que todos estemos aprendiendo, no es disculpa. Y que de esta experiencia quedan muchas reflexiones para futuras ocasiones, que espero que no sean por una pandemia, sino porque se está revolucionado y evolucionando.
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COLOMBIAMODA 2020, desafío frente a una pantalla - Fashion Radicals Magazine
agosto 4, 2020[…] Natalia Diaz Bronchet aquí […]