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Capital promete ser el espacio para imaginar el futuro del diseño de moda. Un evento que buscaría la disrupción en conceptos, procesos y resultados de producto. La reunión de quienes desafían lo establecido, y aportan pensamiento para inspirar otras formas de abordar la moda. Podría brindar en su organización y contenidos los medios para romper las barreras del mundo fashionista y proponer cambios en las reglas de juego de la industria de la indumentaria. Podría ser este encuentro abierto y experimental (experimental no significa improvisado) para curar lo más desatacado en tendencias de estilo de vida emergentes bajo criterios que fomenten el debate, la conexión con diversos actores y sectores. Podría oxigenar la escena de la moda nacional. Así está enunciado.

 

Sin embargo lamentablemente para la industria de la moda esta promesa no se cumple. BCapital juega el juego de la Moda tradicional con mayúscula, tanto en su forma como en el objetivo final cumplido. A las puertas del cambio de década la edición de BCapital 2019 fue más modesta en comparación a ediciones anteriores, no sólo por tener menor duración y contar con una programación más escasa, sino porque su estructura y ADN, enmarcados en un hotel de vieja guardia como el Tequendama, fueron también una añoranza a otros tiempos en los que la moda no se enfrentaba a tantos retos financieros, sociales, medioambientales, tecnológicos, de género, como los actuales.

 

 

No hablaré de moda y diseñadores: la experiencia “desfile” sigue siendo mágica.

Las pasarelas son un momento de esplendor para apreciar siluetas, cortes, textiles, acabados, y en este sentido los 4 invitados principales fueron impecables.

Por esto, la moda sigue atrayendo a las nuevas generaciones fascinadas por el espectáculo, el glamour,  la sensación de pertenecer por unos instantes a algo sublime, especial y exclusivo.

Los momentos intagrameables se llevan gran parte del protagonismo.  Aunque no exista verdadera innovación en las propuestas de diseño, procesos o en conceptos, así como está pasando en el mundo, los desfiles y encuentros de moda son el paraíso para las selfies, poses y presumir en Instagram.

Su gancho FOMO (Fear Of Missing Out) se provoca casi por instinto. La forma predomina sobre el fondo, y sí hay fondo, a este evento le falta story telling, contar la historia detrás, más espacios para la interacción y el diálogo. El riesgo de esto es que el diseño de moda se quede más cercano a una definición de ropa, que a una propuesta de visión de mundo, un pensamiento detrás de su expresión material.

BCapital siendo un evento tan necesario en la ciudad, sigue representando la oportunidad casi única de encuentro entre pares y afines.

Es la ocasión de verse en la realidad, cara a cara, en un medio que discurre en gran parte en la virtualidad entre los likes, tags y follows. Cumple con fortalecer esos lazos humanos en persona, donde el ecosistema se reúne, se saluda y comenta de viva voz contenidos y obras.

Sirve para verse, debatir, intercambiar, confrontarse, foguearse. La organización del evento podría aprovechar más esto con espacios y actividades que abran canales a las diversas voces, y con espacios de conocimiento de mejor calidad, seriedad y rigor investigativo, que sirvan para enriquecer el medio cultural y trazar lineamientos en el gremio.

 

 

Con respecto a lo anterior la franja BSmart también estuvo menguada: en algunos contenidos se quedó en lo básico e informativo, sin confrontación,  debate o profundización de contenidos.

Se hicieron esfuerzos por al menos tocar temas de actualidad como la sostenibilidad, la ecología, la responsabilidad social, el futuro del retail, que aunque no tenían el nivel como para proponer visiones y estrategias que se arriesguen a dar pistas o soluciones, sí dan un diagnóstico y puntos de referencia para saber en dónde nos encontramos. En otras instancias se quedó en lo anecdótico entre personas que no tenían conocimiento del tema e improvisaron para llenar el espacio.

En el evento se evidencia la crisis de la prensa: la crítica, los pensadores y reflexivos de la moda están marginados por celebrities digitales.

Estos últimos son necesarios porque documentan, opinan y difunden hechos. Pero no pueden ser el único canal de registro porque no aportan al desarrollo de planteamientos sobre el diseño y el mundo contemporáneo, no ponen a la industria en un espejo sobre en qué estamos y hacia dónde vamos. Son carentes de criterios y filtros más elaborados, banalizando el medio.

 

 

Sin duda son dos días para que los asistentes puedan lucir sus piezas de diseñador, expresen su inconsciente en outfits que van de lo glam a lo fantasioso, de lo excéntrico a lo delirante, de lo aspiracional a lo auténtico, y para muchos, al disfraz coincidiendo con temporada de Halloween en Bogotá.

Es un carnaval divertido de vivir y ver, la ropa sigue emocionando.

 

 

Sin embargo queda la expectativa insatisfecha de entender qué propone la moda nacional para ser relevante en una industria local que lucha por encontrar su propuesta de valor, en un mercado que compite con maquinarias monstruosas, que busca desesperadamente un público que le provea mercado y vislumbrar la relación con un mundo a punto de estallar en desafíos sociales, económicos, medioambientales, políticos, ideológicos, humanos, tendencias que se filtran en todas las esferas de la producción y a los que la moda no puede permanecer ajena.

El evento se sigue reduciendo a definiciones del siglo XX en su exclusividad y en su noción de moda = “elegancia”. En general, las mega-tendencias  están completamente desatendidas y el mercado está desdeñado.

En este sentido la moda no será viable ni relevante.  La paradoja es que BCapital tiene abierta toda la oportunidad para expandirse a otros formatos, nuevos públicos, aliarse con otros sectores  y aprovechar mercados potenciales para ser viable financieramente.

Reinventarse o morir.