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ace tiempo que las pasarelas dejaron de ser simplemente ese escenario predictivo que definía la “moda del año”; pues desde hace tres décadas o más diseñadores de todo el mundo entraron en terrenos aparentemente ajenos a ese supuesto universo aparentoso e insensible que popularmente se relaciona con la moda.
La pasarela como escenario predictivo también le valió a los diseñadores la imagen de sabuesos de los tiempos que vendrían; de hecho, el historiador Eric Hobsbawm escribió que si algo era incomprensible para la historia era el porqué los diseñadores de moda lograban “predecir el futuro mejor que los vaticinadores profesionales”.
Con los ojos menos puestos en el futuro y más en el presente, las tensiones del contexto político y social se convirtieron en el nuevo terreno de expresión de los diseñadores. Así, por ejemplo, las imágenes del éxodo propiciado por la guerra de Kosovo llevaron a Hussein Chalayan a reflexionar sobre el asunto y trabajar la idea de errar con las posesiones de la casa tal como se anda con lo que uno lleva puesto. Transcurría su “desfile” otoño/invierno 2000-1 y las modelos empezaron a desplegar los vestidos formando con ellos el mobiliario básico de una casa.
Como vemos, antes de las marchas feministas de Chanel o de los mensajes feministas de Dior, los diseñadores ya habían vinculado su trabajo a problemáticas sociales, pero aquí el quién hizo primero qué resulta irrelevante. Lo relevante es que existan marcas y diseñadores con deseos de aportar a la toma colectiva de conciencia sobre determinadas problemáticas sociales.
SOY María Luisa Ortiz y Diego Guarnizo
En Colombiamoda también hay antecedentes, en 2017, por mencionar solo un ejemplo reciente, Juan Pablo Socarrás presentó “Vivimos Pacíficamente”, una invitación a la reconciliación de cara al posconflicto. Y en esta vigésimo novena edición de Colombiamoda dos pasarelas sobresalen por establecer vínculos entre moda y problemáticas sociales.
De un lado, la pasarela de los diseñadores María Luisa Ortiz y Diego Guarnizo, quienes con su proyecto Soy, presentaron su “quinta temporada”, esta vez con la Fundación Avon para la Mujer. Por otra parte, Alado que en su décimo aniversario explora la idea de perder forzosamente los vínculos con el lugar de origen, a través de su colección Destierro, en una pasarela apoyada por Inexmoda.
Con esta “temporada”, como define Guarnizo a las colaboraciones de Soy con grupos empresariales, los diseñadores alertan sobre la violencia de género. En particular la ejercida contra las mujeres y las invitan a identificar señales de maltrato y violencia doméstica para así romper el silencio. Lo hacen a través de Purificación, un personaje ficcional que condensa la experiencia de muchas mujeres frente a este flagelo social. Esa ficción les da un terreno narrativo para una serie de prendas estampadas y bordadas con colibríes, pasifloras, guayacanes, caobas y eucaliptos. El mensaje, el espectáculo y las emociones generadas entre el público parecen primar sobre las prendas de la colección. Así que el foco está en el mensaje y eso es clave porque logra su objetivo y transforma la idea del desfile como una sucesión de prendas.
Alado
Por su parte, Alado recurre también a una narrativa expresada en una serie de historias conectadas con el desarraigo forzoso. Telas de colchón, colchones a cuestas, almohadas y aves migratorias sirven de metáforas visuales al mensaje. Colombia, Siria o los diferentes pueblos de África afectados por esta problemática están ahí reflejados e introducen al espectador en un recorrido de alta exploración no solo conceptual sino también material. Fieltros, tejidos de lana y yute, camisas deconstruidas o estampados de aires africanos componen esa exploración, en la cual participan artesanos de cinco departamentos colombianos: Córdoba, Antioquia, Nariño, Meta y Guajira. Aquí el foco está en las prendas, y eso se enfatiza con una coreografía de las modelos pensada para la contemplación de las prendas y sus detalles, por lo cual, le dijeron adiós a la velocidad usual de los desfiles.
Cuando la moda toca temas como estos el asunto no deja de tener sus detractores y generar controversia. Para muchos se trata de fines comerciales o de una pesca en rio revuelto; si son marcas de moda, peor aún: están “banalizando” el tema; o si el tema conlleva dolor están “estetizando el horror”. Se trata de juicios obtusos que nublan cualquier posibilidad de valoración del trabajo de otros y olvidan que detrás las marcas y los diseñadores, también hay personas cuya sensibilidad podría permitirles un tratamiento honesto de asuntos sociales del momento. Incluso, juicios como esos desconocen que detrás de estos proyectos hay equipos de profesionales que apoyan a las empresas y diseñadores en sus fines.
En el caso de la Fundación Avon para la Mujer, profesionales de la Universidad El Bosque trabajan en un programa para la prevención de la violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja de los y las adolescentes. Diego y Maria Luisa vienen de un largo proceso de trabajo de campo con comunidades artesanales de distintas regiones del país, lo que de entrada les avala como concoedores con cierta sensibilidad especial frente a realidades sociales del país.
Y en el caso de Alado y su colección Destierro, académicos, gestores de paz, jefes de unidades de víctimas y trabajadores sociales de distintas instituciones sirvieron de consultores al proyecto. Por esto podemos decir que Soy y Alado le hacen eco al mensaje de Imran Amed en su carta editorial de la edición impresa The Business of Fashion: The Age of Influence: «Las marcas ya no están definidas por un conjunto de reglas concebidas y transmitidas al mundo desde la torre de control de la sede de una empresa. Ahora deben vivir en conversación con el mundo». Pues «en estos tiempos de #metoo, #marchforourlifes y #oscarstoowhite, la influencia no es solo una herramienta de marketing. La influencia también se usa para remoldar la cultura y nuestras percepciones de lo que es y lo que no es aceptable».
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