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Si hace cinco o seis décadas la solidez era altamente valorada, hoy se cuestiona y se reemplaza por la fluidez, la flexibilidad y el cambio. El mundo rechaza las etiquetas y abraza las libertades de credo, identidad, etnia y género.
Pasaron más de dos siglos para que, por fin, la proclama francesa de 1789 fuera una realidad. Hoy, como nunca antes, se consideran ciertas la liberté, égalité, fraternité en todos los ámbitos. Desde las altas esferas de la política hasta la vida cotidiana. Este es un mundo cada vez más igualitario en derechos y opciones, al mismo tiempo que diverso en ideas, estéticas y roles porque enriquecen la cultura, el mundo, la vida. Es una paradoja: en la sobreabundancia de tags, el objetivo consiste en no dejarse etiquetar, solo ser.
Es en este contexto de sociedades profundamente democráticas y liberales, herederas de la Revolución francesa, en el que se puede entender que las estéticas y los roles de hombres y mujeres (que fueron tan rígidas durante siglos) se estén diluyendo y mezclando, fluyendo y transitando. Atrás, muy atrás, va quedando aquello del azul para los niños y el rosa para las niñas.
“Dos figuras dibujan su silueta en la calle al anochecer: de pelo ondulado, con jerséis sueltos y largos que llegan hasta las rodillas, pantalones pitillo y zapatillas deportivas. ¿Dos chicos que están de marcha? ¿Chica conoce a chico? ¿Un dúo femenino? ¿Quién sabe? Simplemente, no puedes juzgar el sexo de los millennials por su forma de vestir”, Suzy Menkes, editora internacional de Vogue.
Si en la década de 1960 esta revolución de estéticas (hombres de cabello largo y mujeres de jeans, por ejemplo) fue un grito desesperado de libertad, hoy esta fluidez entre lo masculino y lo femenino ya no son reivindicaciones sociales, sino que cada vez están más interiorizadas en la forma de vida. Todo apunta a que en el futuro cercano las fronteras serán más difusas y aquello que conocemos por “masculino” cada vez será menos exclusivo de los hombres y viceversa.
“Hoy entendemos que la construcción de identidades es compleja y rica, hay muchas posibilidades de elección y nadie quiere catalogarse ni limitarse con los clásicos dualismos como masculino y femenino”, afirma William Cruz, docente de la Facultad de Diseño y Vestuario de la Universidad Pontificia Bolivariana.
No solo estamos hablando de androginia o de género neutro, sino de la superación de esa dicotomía, de asumir que nada es exclusivo de un género (y que el tema realmente no importa), por eso podemos escoger de acuerdo con nuestra individualidad y punto.
La industria de la moda está empezando a entenderlo. Givenchy, Prada, Zara, Saint Laurent, están lanzando colecciones o pasarelas “neutras”, ungendered y “andróginas”, es decir, desde prendas y cortes básicos (que se ajustan a cuerpos de hombres y mujeres por igual) hasta faldas para hombres. Este sector está entendiendo mejor que nadie ese cambio de mentalidad profundo y se está adecuando a los valores de la generación sin género
En el futuro, las tiendas no se van a dividir por género, la elección de lo que nos pongamos no estará definida por etiquetas o “secciones” preestablecidas, cada cual tomará, simplemente, lo que prefiera. Quienes están entendiendo esto, quienes pueden ver que el mundo gira hacia allá, están en la dirección correcta y a kilómetros de su competencia.
Rompiendo paradigmas, La generación sin Género.
En otros sectores también evidencian los intentos por romper la dualidad de género:
- Hammer and nails (Los Ángeles), un lugar para que los hombres se arreglen las uñas mientras ven deportes en pantallas gigantes y sillas de cuero.
- Butch Bakery (Nueva York), una exitosa pastelería de cupcakes que atrae el público masculino a los antiguos “pastelitos rosa”.
- Meme kidswear (EUA), ropa para niños bajo la consigna de género neutro.
- Zara y su colección ungendered, que no está ni en la sección de hombres ni en la de mujeres.
- Erikó, que en sus colecciones tiene algunas faldas masculinas.
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