E
l afamado fotógrafo norteamericano Bill Cunningham del New York Times murió el pasado sábado 25 de Junio, en la ciudad de Nueva York, de un derrame cerebral. Este hombre con su uniforme de chaqueta de trabajo azul, pantalones caqui y zapatos tenis negros, se paseaba por la Gran Manzana en bicicleta tomando fotos para sus dos secciones en el Times, una en donde fotografiaba los eventos de caridad y galas que había casi todas las noches y otra donde fotografiaba a las personas del común corriendo por la ciudad. Nunca se tomó el título de fotógrafo muy enserio, pues hasta su muerte negó ser un y más bien se definía como un historiador o un antropólogo al registrar con sus imágenes las tendencias de la época, pero sobre todo hacia radiografías de cada habitante de Nueva York.William J. Cunningham nació el 13 de Marzo de 1929 en el seno de una familia católica-irlandesa de Boston, sus padres eran muy religiosos y todos los domingos iban a la iglesia, donde Cunningham asegura haber tenido su primer acercamiento con la moda: “nunca podía concentrarme durante los servicios de los domingos porque siempre estaba mirando los sombreros de las mujeres.” Entró becado a Harvard, pero después de dos meses, a sus 19 años, decidió dejar la universidad y mudarse a Nueva York para trabajar con un tío en un pequeño apartamento que servía de showroom de sombreros donde él hacía y vendía sombreros para mujeres.
Durante la guerra de Corea Cunningham fue reclutado y estacionado en Paris, este fue el primer momento en que tuvo contacto con la moda francesa: “siempre hay que volver a Paris, te entrena el ojo.” Después de la guerra, en 1953 volvió a Nueva York a su oficio de sombrerero, pero en ese momento comenzó a trabajar en Chez Ninon, un salón de alta costura que vendía copias de diseños de Chanel, Givenchy y Dior. Entre sus clientes en la década de los 50 estuvieron Marilyn Monroe, Katharine Hepburn y la futura primera dama Jacqueline Bouvier, animado por sus clientes, Cunningham comenzó a escribir acerca de moda, primero para Women Wear Daily y luego para el Chicago Tribune. En 1962 decidió cerrar su taller de sombreros, ya que la moda cada día se volvía más casual y este accesorio comenzó a perder su importancia y belleza.
Sin haber estudiado fotografía, Cunningham comenzó ha fotografiar a las personas en las calles, en aquel entonces había una revolución en la ciudad y la juventud salía a las calles a protestar, bailar y mostrar su personalidad mediante la vestimenta, algo que para Cunningham era muy relevante a la hora de tomar una foto era que sus personajes tuvieran estilo, un punto de vista y que comunicara algo a través de la ropa que llevaban puesta. En Diciembre de 1978 el New York Times publicó unas fotos que había tomado de ultimo minuto y fue entonces el comienzo de su columna en en dicho medio denominada: On The Street.
Bill Cunningham fue pionero en muchos sentidos, las primeras fotos que publicó en el periódico fueron las primeras en las que salían personas reconocidas de la sociedad neoyorkina sin que se les pidiera permiso, fue el comienzo de lo que hoy reconocemos como street style, además, fue el primer fotógrafo que capturaba eventos como el gay pride o eventos de caridad para la guerra contra el sida. Cunningham quería registrar todos los eventos culturales relevantes de la ciudad para entender las tendencias, desde los desfiles hasta la calle, donde decía que podía ver cómo las personas combinaban las creaciones de los diseñadores. Adicionalmente no le gustaba fotografiar a las celebridades, pues de cierta manera no lo veía tan autentico como las personas que se levantaban en la mañana y se verían para el trabajo o para llevar a sus hijos al colegio, a él le gustaba capturar momentos ordinarios, “entre menos me vean mejor, nunca quiero ser un paparazzi, solo quiero capturar un momento, ver la intensidad del movimiento, cómo cogen un saco o una sombrilla, de eso se trata, de los detalles”.
Aunque siempre estaba de gala en gala rodeado de las personas más influyentes de la ciudad nunca se quedaba a comer ni aceptaba un vaso de agua, siempre usaba un uniforme de chaqueta azul y si llovía se pone un poncho plástico remendado con cinta o si la ocasión era formal usaba el mismo blazer para todos los eventos. Era famoso por ir y romper cheques frente a sus jefes para que entendieran que no le importaba la plata, vivió en el mismo apartaestudio en Carnegie Hall y no le gustaba tomar dinero ni regalos de nadie, ya que siempre decía: “si no tomas su plata no te pueden controlar, la libertad es lo caro en esta vida.”
Después de leer varias entrevistas, perfiles y el documental acerca de este pionero titulado Bill Cunningham New York, nos damos cuenta que nadie tiene ni una sola cosa mala que decir acerca de este ser humano que simplemente estuvo tras la foto “perfecta” y del detalle ideal, de capturar la intensidad de un momento. Harold Koda ex-cabeza del Costume Institute del MET dijo que Cunningham fue uno de los mejores historiadores que ha conocido, pues por más de 40 años capturó la transformación la ciudad de Nueva York y su gente.
Además de Koda, la editora jefe de Vogue Anna Wintour dijo varias veces “nos vestimos para Bill”, pues haber sido fotografiado por Cunningham y salir en el New York Time siempre fue un honor. Durante su vida recibió varios premios, por ejemplo en 1983, el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos lo nombró el fotógrafo destacado del año, en 2008 fue galardonado con el Officier de l’ordre des Arts et des Lettres por el ministerio de cultura de Francia y finalmente en 2009 fue nombrado un “hito vivo” por el New York Landmarks Conservancy.
Por supuesto el mayor aporte de Bill Cunningham fue el street style como metodología para mirar a los consumidores de moda, pero además, como él mismo lo dijo al final de su discurso de aceptación para el premio de Officier de l’Ordre des Arts et des Lettres en París: “Es tan cierto hoy como lo fue siempre, el que busca la belleza, la encontrará.”
Juliana Rodriguez
julio 7, 2016La historia de este hombre es un ejemplo de vida en todo sentido,¡ maravilloso! hasta donde pudo llegar teniendo una actitud simple y desinteresada, gracias por compartir estas historias de las que tenemos tanto que aprender.