Suscribete a nuestra comunidad y recibe los últimos articulos de cultura de moda Fashion Radicals ¡directo a tú inbox!

ROPA DEPORTIVA: Del campo de juego a la vida cotidiana

Por William Cruz Bermeo

«La cultura humana brota del juego —como juego— y se desarrolla en el juego

Johan Huizinga, 1938.

La cita corresponde a la introducción de Homoludens, el libro donde Johan Huizinga propone que la lúdica ha sido crucial para el desarrollo de la cultura humana. Para él la cultura era el resultado de un juego donde se establece un conjunto de reglas con el cual se instituyen los roles que cada individuo desempeña en la sociedad. Distribuirlos supone distinguir a los integrantes del juego social por sus orígenes, rangos y funciones, mediante signos expresados en la apariencia vestida. Esta misma lógica aplica a los uniformes deportivos, diseñados no solo para distinguir un juego, los jugadores o a un equipo sino también para responder a las necesidades de movilidad física que demanda cada deporte; y aunque la ropa deportiva ha sido creada para dichos fines se ha trasladado de los campos de juego a la vida cotidiana, y de allí a las cumbres más elevadas de la industria de la moda.

La academia de la espada. Por Girard Thibault. 1628. © The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

La academia de la espada. Por Girard Thibault. 1628. © The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Hacia finales del siglo XIX, bajo la iniciativa de crear unos juegos olímpicos,  inspirada en la antigua Grecia y teniendo como referencia los juegos realizados en Olimpia desde siglo VIII A. C. hasta el IV D.C., algunos juegos pasarán de ser un entretenimiento a convertirse en deportes modernos puesto que desde entonces contarán «con una institucionalidad» y una «organización selectiva»,  pero no todavía con indumentarias pensadas para su ejecución. Ese será un proceso que se desarrollará a lo largo de los años venideros; por tanto podemos afirmar que la ropa para los deportes es uno de los sucesos relevantes del siglo XX, que surge en respuesta a esa institucionalización del deporte.

Mr. Robert y Andrews su esposa, de Thomas Gainsborough, hacia 1749. © The National Gallery, Londres.

Mr. Robert y Andrews su esposa, de Thomas Gainsborough, hacia 1749. © The National Gallery, Londres.

Obviamente antes de los Juegos Olímpicos Modernos se practicaban ejercicios físicos. Según escribe Georges Vigarello en su Historia del cuerpo, estos se remontan a la Edad de la caballería y estaban relacionados con justas y torneos de carácter militar, inspirados en la guerra. Eran verdaderos actos sangrientos, duelos entre caballeros que llegaban a convertirse en espectáculos masivos. Sólo con la gradual desaparición de la violencia en estos actos surgirá un énfasis en la sofisticación de movimientos que evocaban los del cuerpo en combate y recurrían al juego con armas caídas en desuso; es el caso de la esgrima cuya práctica terminó por convertirse en una danza, en un momento en el cual las armas de fuego habían desplazado a las corto punzantes. El mismo autor agrega que las jornadas de caza de Luis XIV de Francia, son también un reflejo de cómo las campañas militares dieron formato a un estilo de divertimiento con sus caravanas atiborradas de sirvientes y séquitos que secundaban al rey para elogiar su hazaña deportiva. No obstante estas actividades se realizaron con una indumentaria pensada más para anunciar la distinción aristocrática de los participantes que en función de sus necesidades de movilidad y esfuerzo corporal. Al fin y al cabo la etiqueta cortesana era sumamente rigurosa, privilegiaba la imagen por encima del confort físico.

Traje de montar, hacia 1810. © The Kyoto Costume Institute.

Traje de montar, hacia 1810. © The Kyoto Costume Institute.

A los ingleses de alcurnia también les interesaba el contacto con la naturaleza y el desempeño de otras actividades de ocio como la caza de zorros o el juego del bate, más en la privacidad familiar que en el despliegue público de ostentación que implicaría acompañar a sus monarcas. Bajo esas circunstancias desarrollaron unos trajes más informales, pensados para divertirse con libertad y menor rigor de etiqueta. La pintura de Thomas Gainsborough, Mr. Robert Andrews  y su esposa (1749), es un ejemplo de ello. La señora lleva un vestido sencillo, sin los perifollos propios del rococó, mientras él va con un traje deportivo: el de caza, compuesto por chaqueta y guantes de cuero; calzón a la rodilla, color negro; y sombrero de dos picos. Su atuendo señala un «equilibrio justo entre el trabajo y el placer»[1].

Aquél sería un equilibrio necesario para el hombre burgués del siglo XIX, una época en que los movimientos feministas comenzarían a trabajar por mejorar el estatus social de las mujeres y ellas a incursionar en la equitación, el tenis, el croquet, el patinaje sobre hielo y los paseos en bicicleta. Tal como a finales de ese siglo lo ilustraría Charles Dana Gibson con sus «atractivos dibujos de muchachas practicando deportes»[2].

Equipo femenino de fútbol de los almacenes Harrods, Londres. Década de 1920. © Getty Images.

Equipo femenino de fútbol de los almacenes Harrods, Londres. Década de 1920.
© Getty Images.

Por tanto, se crearon trajes especiales para ello pero con un marcado acento masculino porque se confeccionaban con técnicas y materiales propios de la sastrería; pero más allá de lo estilístico, en términos simbólicos, ese acento era un emblema de la lucha por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Esto no significó que renunciaran a una prenda opresora como el corsé para permitir mayor libertad física durante la práctica deportiva, pues daba «una imagen de irreprochable decoro y evidente atracción sexual», expresada de una manera «socialmente aceptable»[3]. Lo masculino como emblema de igualdad se haría todavía más evidente al comenzar el siglo XX con la adopción de pantalones para montar en bicicleta, hacer alpinismo o pilotar un avión. En este orden de ideas las «prendas deportivas fueron aliadas objetivas del movimiento de emancipación de las mujeres»[4], tanto como su inclusión en competencias institucionalizadas y actividades deportivas a modo de entretenimiento.

Suzanne Lenglen en su primer partido en EE.UU, octubre de 1926. Vestida por Jean Patou. © AKG.

Suzanne Lenglen en su primer partido en EE.UU, octubre de 1926. Vestida por Jean Patou. © AKG.

Algunas entraron en competencias más rudas: futbolísticas, de levantamiento pesas y deportes a motor. Sin embargo, la asociación entre rudeza y feminidad no era lo más apreciado. Por ello la persecución a la que fuera sometida en Francia la atleta Violette Morris, cuya apariencia masculina le valió el acoso social y su posterior decisión de suicidarse como atleta amputándose los senos; poniendo así todavía más en cuestión su naturaleza femenina.[5]Había entonces una mayor preferencia por aquellos deportes cuya práctica elegantizaba y feminizaba el cuerpo y las actitudes, quizás a ello se debe el triunfo del tenis, por ejemplo.

El estilo deportivo de Chanel, en uno de los primeros ejemplos de fotografía de estilo callejero. Hacia los años veinte. Por los hermanos Seeberger. © Getty Images.

El estilo deportivo de Chanel, en uno de los primeros ejemplos de fotografía de estilo callejero. Hacia los años veinte. Por los hermanos Seeberger. © Getty Images.

Era necesario feminizar la ropa deportiva y en eso los diseñadores participaron ofreciendo sobre todo prendas prácticas, alejadas de los estereotipos masculinos y de una moral que no permitía a las mujeres exhibir la piel. Así, en 1919, la tenista francesa Suzanne Lenglen se presentaría en Wimbledon con una nueva vestimenta, opuesta a las faldas largas hasta los tobillos y las camisas que cubrían los brazos hasta las muñecas. En su lugar venía vestida con falda corta hasta debajo de las rodillas, camisa de mangas sisas y una banda color ladrillo para sujetarse el pelo, esta acotaba la altura de la figura entre el piso de ladrillo molido y la frente de la tenista. Así cambiaba para siempre la manera en que las mujeres se vestían para la cancha de tenis. El diseño era de Jean Patou un compatriota suyo que, junto a Chanel, impulsó el estilo casual de los años veinte, y mediante sus distintas líneas de diseño estableció diferencias entre ropa para los deportes y ropa deportiva. La primera, respondía a necesidades del cuerpo durante el ejercicio, y la segunda tomaba esas respuestas para aplicarlas a la vida cotidiana: ropa pour les sports y ropa sport.

Fotografía de Jamel Shabazz, durante los años ochenta en Brooklyn. © Jamel Shabazz.

Fotografía de Jamel Shabazz, durante los años ochenta en Brooklyn. © Jamel Shabazz.

Se instalaban así dos conceptos que expresaban el espíritu joven, física y moralmente liberado, de la primera posguerra, y que desde entonces mantienen un diálogo constante. Por ejemplo, en los años treinta cuando surgió una cultura del cuidado preventivo del cuerpo mediante el ejercicio, se produjeron prendas prácticas para uso de las masas y no exclusivamente para deportistas oficiales; mientras que en la década de los cincuenta, cuando reinaron la formalidad y una mística femenina cuasi victoriana, la idea de lo sport estuvo casi desterrada aunque no por ello anulada; más bien, destinada a los más jóvenes. Seguidamente, los años sesenta trajeron consigo una emancipación de las costumbres cincuenteras, replanteando la formalidad y privilegiando la informalidad; pero faltaba todavía un largo trayecto para que los diseños pensados para el ejercicio transcendieran los escenarios deportivos y el ámbito doméstico hasta llegar a las calles, esto sería en los años ochenta.

Los Run DMC vistiendo prendas deportivas de Adidas. © Michael Heeg, Múnich.

Los Run DMC vistiendo prendas deportivas de Adidas. © Michael Heeg, Múnich.

 

Varias actitudes culturales generaron ese paso: de una lado, una cultura del cuidado físico expresada en cuerpos atléticos esculpidos con el cincel del ejercicio, y apoyada en la popularidad de estrellas de la gimnasia en casa como Jane Fonda, que mediante libros y cintas de VHS enseñaba sus rutinas vestida con trusas, medias calentadoras y banda en el pelo, esta imagen pasó de la privacidad del hogar a la calle incluso en ciudades colombianas, donde era usual que las jóvenes llevaran calentadoras con jeans ultra ajustados y sus respectivos Reebok coloridos. También cuenta en este asunto la mezcla explosiva de erotismo, baile y prendas deportivas propuesta por películas como Flashdance, toda una reverencia visual al cuerpo muscular de la década.

Y-3, por Yohji Yamamoto. Nueva York, primavera 2014 © Marcus Tondo/Indigitalimages.com.

Y-3, por Yohji Yamamoto. Nueva York, primavera 2014 © Marcus Tondo/Indigitalimages.com.

Por otra parte, el apogeo de bailes urbanos que demandaban elasticidad, como el b-boying —o brakedance—, originados en la cultura hip-hop. En ella la ropa de marcas deportivas había hecho parte del estilo vestimentario callejero ya desde finales de los años setenta, influenciada por su pasión al básquetbol. El fotógrafo Jamel Shabazz, vivió y documentó en sus imágenes el ambiente de Brooklyn en la década siguiente, allí las sudaderas, las cachuchas y las zapatillas deportivas eran la norma. Según comenta, cuando el apagón de 1977 en Nueva York, hubo muchas tiendas saqueadas y al día siguiente en la zona donde él vivía «todo el mundo parecía tener al menos cinco pares de Pumas y Adidas». Agrega que sin embargo desde entonces «la moda dio un giro»; pues los «gatos», es decir los pandilleros del barrio, «empezaron a usar cadenas de oro, gafas de mosca y sombreros panamá, algunos se cambiaban hasta tres veces al día». Eran los inicios de un estilo que combinaba prendas de marcas deportivas con otras formales, el mismo que con el tiempo Flavor Flav convertiría en caricatura.

Portada del Libro de ejercicios de Jane Fonda. Años ochenta.

Portada del Libro de ejercicios de Jane Fonda. Años ochenta.

Con precedentes como los descritos hasta ahora, la imagen de Madonna a principios de los noventa con el vestido de las tres rayas laterales, citada hoy en día como emblema de la unión entre moda de la calle y marcas deportivas, es más bien el lado más mediático de una alianza de vieja data. Así lo ratifica un éxito musical de 1986: My Adidas, de Run DMC. Era más que una canción, porque alude a la estrecha relación del rapero con su calzado deportivo; en efecto el grupo vestía prendas deportivas con las consabidas zapatillas, las cuales llevaban «sin cordones, al estilo de los presos, que tenían que entregar sus cordones cuando entraban en la cárcel»[6]. Lejos de ser una expresión puramente masculina, la cultura hip-hop también contó en los ochenta con representantes femeninas, personificadas en estrellas como las Salt-N-Pepa; o más recientemente en Missy Eliot, que desde 2007, aproximadamente, es algo así como una valla ambulante de Adidas. Poniendo de manifiesto un hecho inexorable en el mundo del capitalismo de consumo: la absorción de estilos subculturales y personales por parte de las marcas. Con estilos subculturales me refiero a las expresiones vestimentarias que habiendo surgido en los márgenes de la cultura dominante son absorbidas por ésta; y cuando escribo estilos personales, hablo de la manera en que un individuo asume su imagen y actitudes frente al mundo, lo cual en nuestra era digital también puede terminar convertido en mercancía al mejor postor.

Y-3, por Yohji Yamamoto. París, otoño 2014. © Monica Feudi/Feudiguaineri.Com

Y-3, por Yohji Yamamoto. París, otoño 2014. © Monica Feudi/Feudiguaineri.Com

Ahora, volviendo a Jean Patou, con él la moda asistió a una integración entre el mundo de los deportistas y los diseñadores. Pero también ya en 1917, marcas como Converse lo habían hecho al liarse con el basquetbolista Chuck Taylor para mejorar el diseño de las zapatillas para ese deporte. Posteriormente, en los años treinta, Adi Dassler diseñaría las zapatillas con las que corrió el atleta Jessie Owens en los Olímpicos de Berlín, y aunque hoy en día la ropa de Adidas se lleva en la vida cotidiana, la «obsesión de su fundador con hacer grandes productos para los atletas» sigue estando entre los valores de la compañía[7]. Nike se asociará con el baloncesto mediante Michael Jordan, en los años ochenta; luego Puma con la tenista Serena Williams, y de nuevo Adidas con la también tenista Anna Kournikova, por citar sólo algunos ejemplos. Mientras que marcas de lujo y pronta moda, han encontrado en los futbolistas unos aliados excepcionales para su imagen; así Armani ha tenido en sus anuncios a Ronaldo o a Kaka, mientras que la firma sueca H&M ha contado con David Beckham como imagen de una de sus líneas de productos. Sin embargo en estos casos la situación es distinta puesto que la relación no se centra en que las marcas diseñen las prendas que usarán los jugadores en sus justas; sino más bien en el beneficio que ellos traen como ídolos de masas que encarnan un estilo de vida de ensueño.

Cristiano Ronaldo como imagen de campaña para Armani Jeans, primavera/verano 2010.

Cristiano Ronaldo como imagen de campaña para Armani Jeans, primavera/verano 2010.

Pero la imagen de los deportistas, y sus necesidades vestimentarias en el juego, ya habían sido utilizadas desde los años veinte y treinta para generar marcas o emplazarlas. Están los casos de los tenistas René Lacoste y Fred Perry cuyo apellido y nombre, respectivamente, dieron origen a marcas homónimas. Mientras que la italiana Elsa Schiaparelli emplazaba sus deportivos suéteres vistiendo a la pionera del golf femenino, la americana Glenna Collett. En realidad diseñó prendas para ese deporte y trajes de baño; es más, antes de hacer alta costura, hacia 1927, creó la firma Schiaparelli Pour le Sport. Ofrecía «ropa ideal para el resort, para caminar por la ciudad o para ir de compras»[8].

La golfista Glenna Collett en 1929, con prendas sport de Elsa Schiaparelli. © Underwood & Underwood/Corbis.

La golfista Glenna Collett en 1929, con prendas sport de Elsa Schiaparelli.
© Underwood & Underwood/Corbis.

Por otra parte, desde hace más de una década las marcas deportivas han encontrado un nuevo rumbo, apoyándose en el reconocimiento del que gozan algunos diseñadores para establecer uniones creativas, llevando así un aire deportivo a las altas esferas de la moda. Este rumbo puede ilustrarse con las colaboraciones de Yohji Yamamoto o Stella McCartney para Adidas, por ejemplo. O con Raf Simons, más recientemente. Al respecto el director creativo de esta compañía, Dirk Schönberger, asegura que con pocas excepciones la marca de Simons es una marca juvenil y «por Run DMC todos pensaban que Adidas tenía que ver con hip-hop» pero para él también tiene que ver con techno, rock y grunge… está relacionada con la cultura juvenil”[9]. Sucede que ya en los años de Gabrielle Chanel y Jean Patou —los veinte— la ropa deportiva tenía esa relación por su asociación con la destreza, la movilidad, la fortaleza y la salud, propias de una condición física que suele atenuarse con la edad. ¿Será esto una posible razón para que casas tan tradicionales como Chanel —recuérdense los tenis de tweed— se renueven mediante estilos deportivos? Posiblemente, porque dichos estilos y la ropa de los deportes adoptada a la vida cotidiana históricamente han demostrado ser un metáfora de juventud, de cambio y renacer, contraria a la formalidad recalcitrante. De hecho cuando Gabrielle Chanel dio sus primeros pasos para crear su lenguaje del vestir moderno, ese que hoy consideramos clásico, lo hizo motivada por una necesidad deportiva, buscando esa comodidad de la cual carecían las mujeres en la hípica.

Boy Capel y Chanel a caballo. © Colección particular E. C. R.

Boy Capel y Chanel a caballo. © Colección particular E. C. R.

Chanel, por Karl Lagerfeld. París, otoño 2014. © Yannis Vlamos/ Indigitalimages.com.

Chanel, por Karl Lagerfeld. París, otoño 2014. © Yannis Vlamos/ Indigitalimages.com.

 


[1] Hagen, R. y Rose-Marie. (2001). Los secretos de las obras de arte. Londres: Taschen.

[2] Fukai, A; Suoh, T. y otros. (2003). Moda: una historia desde el siglo XVIII al siglo XX. Londres: Taschen.

[3] Steele, V. (2005). The Corset: a Cultural History. Londres y New Heaven: Yale University Press.

[4] Bard, C. (2012). Historia política del pantalón. Barcelona: Tusquets.

[5] Ibíd.

[6] Worsley, H. (2001). 100 ideas que cambiaron la moda. Barcelona: Blume.

[7] Refashioning the trainer: How Adidas gained couture credentials. En www.independent.co.uk

[8] Blum, D. E. (2003) Shocking! The Art and Fashion of Elsa Schiaparelli. Philadelphia: Philadelphia Museum of Art

[9] Ibíd.

compartir

Sin comentarios aún.

¿Qué piensas acerca de esto?