La heredera colombiana se hace un espacio en el mundo de la moda, mientras prepara su boda con Andrea Casiraghi y anuncia su embarazo.
Las apariencias engañan. Eso es lo que pienso mientras camino por el corredor que sale de Federica & Co., una tienda de jardinería y muebles vintage que presta su espacio a diseñadores independientes, donde se instaló la tienda efímera de Muzungu Sisters (“hermanas viajeras” en swahili) en Madrid.
La tienda es un pequeño kiosco de madera donde apenas caben algunas cosas, la mayoría de las prendas están diseminadas en el jardín. Parece más una venta de gitanos que la tienda de la futura esposa de un miembro de la realeza europea. Esperaba encontrarme con alguna encargada, pero Tatiana Santo Domingo y su socia, Dana Alikhani, estaban organizando las piezas personalmente y me atendieron de inmediato, a pesar de que estaba interrumpiendo su trabajo. No solo accedieron a contestar mis preguntas, sino que me dieron una paciente explicación de cada pieza que tienen en su tienda, porque cada pieza lo merece.
Son únicas, recogidas durante sus viajes por el mundo, negociadas directamente con los artesanos y compradas a un precio justo. Tanto así que se convierten en artículos de lujo por sus materiales raros y su arduo trabajo manual: “Tenemos piezas desde 46 euros, pero la mayoría son más costosas por el trabajo artesanal que tienen. Hemos viajado a conocer los procesos de elaboración de primera mano y estamos seguras de su calidad”, cuenta Dana.
Ellas usan sus propias prendas y se ve el amor que le tiene a cada una. “Estas camisas de flores son bordadas a mano en Hungría y nos las hicieron exclusivamente para la tienda”, continúa Tatiana, “también tenemos estas chaquetas hechas en Marruecos” y me muestra varios diseños como el que ella misma tiene puesto. Su embarazo no es evidente y nadie se hubiera atrevido a hacer suspicacias porque estuviera usando ropa holgada, como se hace frecuentemente en el mundo de la farándula, porque ese estilo relajado es el que la caracteriza. Fue ella misma la encargada de dar la noticia usando un vestido ajustado a la entrega de premios de la revista española Telva, donde Muzungu Sisters fue premiado por su moda solidaria.
Pero, ¿por qué ese calificativo? Muzungu Sisters no solo se asegura de pagarle a los artesanos lo que de verdad cuesta su trabajo, sino que también aportan directamente a varias fundaciones. La amiga personal de Tatiana, Margherita Missoni, ayudó a gestionar la donación de materiales característicos de la casa de moda que pertenece a su familia para la elaboración de unos slippers de los que se dona el 10% de sus ventas al proyecto Small Steps, una organización humanitaria que se encarga de darles zapatos y materiales de aseo a los niños que se ven forzados a vivir o trabajar en basureros municipales al rededor del mundo.
A pesar de estar conectadas a las grandes casas de moda y a despertar un gran interés mediático, tienen claro que van a continuar trabajando como independientes: “El trabajo con Missoni nos encantó y queremos seguir colaborando con otros diseñadores, aunque todavía no tenemos muy claro cuál sería nuestro próximo proyecto de este tipo; pero llevamos trabajando independientemente durante un año con muy buenos resultados y queremos seguir así”, afirma Tatiana. Les pido que me cuenten un poco más como es que funcionan: “Programamos viajes juntas para buscar piezas, hemos ido a la India, Marruecos, Argentina, Perú y Colombia, aunque cada una también hace descubrimientos por casualidad y los incorporamos a la tienda”, cuenta Dana. No tienen dudas que la una amará lo que la otra encuentre, porque se entienden a la perfección desde que se encontraron en Nueva York y vieron que compartían un gran amor por el trabajo manual, lo que las llevaría a emprender este proyecto juntas.
Empezaron a trabajar hace tres años, compartían con sus amigas sus descubrimientos y se animaron a montar una tienda virtual para poner al alcance del mundo, las delicadas piezas que solo se podían encontrar en los mercados artesanales de los lugares más apartados. Llevan un año con el concepto de las tiendas efímeras, buscan un espacio y se instalan en una ciudad por una semana o menos; lo que les ha permitido tener un contacto directo con sus clientas y disfrutar de las reacciones positivas a su trabajo. Justo en medio de la entrevista, llega una señora a decirles que leyó en una revista lo que han hecho y que las quería felicitar por ese proyecto tan bonito. Tatiana y Dana no pueden evitar las sonrisas llenas de orgullo y satisfacción que se les escapan.
Latinoamérica es un tema obligado, porque varias de sus piezas provienen de esta parte del continente y no ocultan que son sus favoritas. Cuando les pregunto cuáles son las que más les gustan, Dana me muestra una chaqueta bolero del Perú y Tatiana se apresura a mostrarme las mochilas: “son wayúu” dice sonriéndome, esperando que entienda a lo que se refiere. Pero, ¿cuándo veremos una de estas tiendas allá? “Queremos ir a Latinoamérica, bueno, como puedes ver, ya hemos estado y nos encanta; pero también queremos llevar nuestra tienda allá, aunque no sabemos cuándo ni a dónde”, dicen. Hablan juntas muchas veces, pues completan sus frases mutuamente; no solo por la evidente complicidad que las une, sino porque no tienen un español perfecto y necesitan algo de apoyo, incluso la chica que les colabora en la tienda, acude a su ayuda para traducirles mis preguntas cuando las ve en apuros.
Para los ojos inexpertos, o tal vez, poco acostumbrados a valorar el trabajo artesanal, lo que hacen Tatiana y Dana puede parecer superfluo; pero en realidad están haciendo una gran tarea de difusión y reconocimiento a esta actividad que cada día se ve más amenazada por el crecimiento acelerado de las grandes fábricas de ropa a bajo costo y que pocas veces es verdaderamente valorada por quienes lo tienen al alcance de la mano.
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