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Moda y prensa masiva: La vacía elocuencia

 

Una mirada crítica al panorama de moda nacional, lleva a la conclusión de que sin un acompañamiento de medios especializados, no será posible una evolución como industria.  Artículo escrito en conjunto con Diana Lucía Gómez.

 

En los noticieros colombianos, la moda y el entretenimiento comparten escena. Sirenas esbeltas en trajes ceñidos nos llaman con noticias fabulosas de la fama, el dinero y el buen vestir. Vemos a estas mismas sirenas en gigantescas vallas publicitarias y en los desfiles de los diseñadores que buscan la atención mediática por razones cuestionables.

La moda nacional es validada gracias a las celebridades. Actrices, modelos, cantantes, presentadoras, reinas de belleza son nuestras musas estéticas, sus cuerpos y vestidos son tensiones de la moda masiva del país. Estos iconos de la moda colombiana se han ganado su título en un terreno desierto. El papel de “experto” en estos espacios del mutuo elogio no es sustentado y más bien se autoproclama. En las esferas intelectuales, el tema se ha reducido a un asunto de superficies, a una lamentable debilidad de mujeres por algo tan trivial como el acto del vestir. Los periodistas –cuyo perfil a menudo danza entre el cubrimiento de moda, sociales y espectáculos-, quienes ahora cargan el peso de hablar de este tema ligero, lo salpican de pequeñas imprecisiones e inevitables clichés.

 

 

Las celebridades colombianas son constantemente reseñadas en las revistas y secciones de moda de medios nacionales. ¿La fama las califica como referentes de estilo?

 

La moda es un espejo de la cultura que requiere, como el arte o la música, de narradores serios y reporteros que la conozcan de verdad.  Y por supuesto, que el rango de criterio de los editores y directores de  algunos medios masivos se amplíe más allá de los clichés que ellos reproducen de manera inconsciente.

Queda claro que el consumidor de moda recibe información frívola e incorrecta. En algunas “especializadas” del país, se vincula la moda con lo light , que por antonomasia siempre ha correspondido al imaginario de lo femenino: dietas, consejos de cosmética, malabares sexuales y chismes de la farándula. La moda aparece como un ente que vincula estas categorías, desde la necesidad de la modificación corporal para adaptarse a ella, hasta su importancia para seducir al sexo opuesto.

 

La moda y la belleza pueden ser parte del mismo mensaje. Pero muchas veces, en su contenido, se cae en ligerezas y se tornan en dos temas fácilmente confundibles.

Calificativos incorrectos, adjetivos innecesarios, lecturas de moda que recrean la vista pero no alimentan el criterio. Artículos de moda donde notifican que “el azul se verá mucho en la temporada”, alabanzas a los diseñadores nacionales por sus colecciones de Alta Costura -¿sabemos que es un título oficial y no un calificativo?-, vaguedades que se escriben a diario en torno a la moda -el tema de moda- y una falta de columnas serias que sostengan el Imperio de lo Efímero.

En las revistas masivas no especializadas del todo en moda, las tendencias se amarran desde los objetos del deseo, pero estos se escapan del poder adquisitivo de las lectoras. Si bien es cierto que lo aspiracional es un modelo, ¿podrían explorarse otras opciones?

 

 

Prensa masiva: perdida en el estilo de vida.

 

En la mayoría de medios impresos colombianos no especializados, la moda solo aparece bajo el concepto del “estilo de vida”, lo trivial y lo hogareño, situación idéntica a la de las revistas femeninas. No debe sorprender que en medios como Casa Editorial El Tiempo, la moda oscile entre temas de uso cotidiano y efímera relevancia. Tintes ligeros de reseñas que en versión digital poco le dicen al lector sobre una colección y su historia, por la manera en que son presentados.

 Un asunto más decepcionante resulta ser la versión digital de estos medios: Ostentan mayor número de recursos y creatividad a la hora de presentar contenidos, pero estos son poco aprovechados. En la versión digital de una de las revistas más consumidas por mujeres en Colombia se pueden encontrar artículos copiados a la ligera de alguna agencia de prensa, que fuera de poco ilustrativos, recuerdan a las publicaciones colombianas femeninas en sus inicios: “Guía básica para lucir y verse como toda una mujer parisina”, es el ejemplo perfecto de cómo -sin ninguna guía gráfica o multimedia- un artículo puede llevar a que el sistema moda sea tomado a la ligera, con un aire imperativo en vez de un proceso visual y creativo para inspirar a las lectoras. Adicionalmente, se adhiere la lección de moda a ideales extranjeros y primermundistas, reduciendo la identidad o el estilo a la imitación.


En un intento pedagógico fallido, las publicaciones nacionales aun se valen de imperativos a menudo groseros para intentar “educar” a sus lectores. La condescendencia y la negatividad son los métodos más fáciles para hablar de lo que “está de moda” y lo que no.

 

Algunas publicaciones para mujeres que intentan tocar el tema de moda no pueden diferenciar lo que una celebridad usa de lo que se presenta en pasarela como temas atrayentes para su lector promedio. Es posible presentar la moda en una publicación de estilo de vida, pero objetivamente estableciendo delimitaciones: Marie Claire y Vanity Fair, publicaciones en las que el concepto de mujer y lifestyle permean lo social y político, relacionan la moda con el contexto cultural, y realizan la presentación de tendencias y editoriales de una forma que no solo atrae al lector, sino que permanece e invita a la retroalimentación. Es posible, y solo pocas revistas en Colombia lo han hecho con labor impecable. Pero a nivel general, falta bastante.

No se toman en cuenta en los criterios de actualización o en la creación de contenidos, la posibilidad de la mujer colombiana de desligar el vestuario de aspiracionales mediáticos, no se reconoce el valor del profesionalismo, el confort, la autenticidad, el consumo ético por encima de la seducción y exhibición a la hora de comprar un producto de moda.

En Colombia, periodistas como Angélica Gallón, de El Espectador, se aproximan al tema de la moda colombiana con un tratamiento serio y responsable. En su caso, Gallón logra acercarse a la noción del cuerpo, la belleza, el consumo y las tendencias con una mirada investigativa y un dominio de los términos propios de la industria. En El Espectador, sus artículos de moda se abordan desde la sección de Cultura y no del Entretenimiento, un punto de partida que establece la validez del tema. Las lecturas son interesantes, de redacción impecable, provocan y cuestionan. En la prensa regional, solo en El Colombiano y El Heraldo es posible ver artículos que sugieren a pensar y a querer imágenes con palabras, que atraigan y sean cercanas con el lector.

 En un país con una cultura de moda aún joven, sobre la prensa se ha puesto el peso de narrar el acontecer de la moda y además enriquecerlo con su propio criterio. Imposible escudar el quehacer de los medios en la liviandad temática cuando a través de las palabras puede generar consumo, inversión, opinión, motivación y enamoramiento. Y en la vacuidad mediática, que cese la mediocre demanda del espectador colombiano, que solo descansa la vista sobre los últimos chismes de la moda.

Arte y pies de foto: Diana Lucía Gómez (@dianalunareja)

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