L
“a victoria de las tendencias se evidencia por la despolitización progresiva de los elementos de moda (…) Después de la ola punk, las modas dejarán de ser movimientos sociales para convertirse en puros fenómenos recreativos, a menudo indisolubles de su dimensión comercial” (Erner, 2014, p.45) Así definió Guillaume Erner en su libro “Sociología de las Tendencias” lo que pasaría y sigue pasando en el mundo de la moda, asociado con los cambios políticos y culturales: una forma de expresión que solo se trasluce en la industria cultural, aún a pesar de los incipientes movimientos políticos y activismo que han surgido en el mundo 2.0.[/dropcap]
Claro está, no se puede comparar algo como “La Primavera Árabe” de 2011 con la indignación que han tenido los consumidores cuando las marcas siguen poniendo como ideales a símbolos que ya no les representan (tal y como sucedió con Victoria´s Secret con las “mujeres reales”*). Pero esas acciones han representado para el mercado y las marcas, más que movimiento, un elemento a explotar para seguir plasmando la “distinción” o filiación del individuo ante su expresión existencial más básica : el consumo. La prenda como símbolo.
La pieza de moda puede llegar a mover masas través de símbolos de apropiación o rechazo. Apologías al Holocausto, masacres escolares o letras del Corán puestas en un vestido hipersexualizado como el de Karl Lagerfeld en Chanel ** muestran que la moda va más allá de la fabricación de una prenda y que esta cuenta historias de pueblos, contextos o ideas que pueden ser apropiadas con un poco más de conciencia por parte de los que usan u observan la pieza. Y lo mismo sucede con las imágenes que sintetizan historias políticas, sociales e históricas, como las editoriales de moda: los consumidores actuales pueden cuestionar lo que usan o apropiarlo como símbolo de un compromiso político a través de lo cotidiano y lo viral.
Porque en la época donde las redes sociales acercan al consumidor a la marca, jugar con cada uno de los símbolos que por ciertos contextos puede resultar ofensivo, es jugar con fuego. La sexualización de los modelos infantiles le costó caro a Carine Roithfeld en 2010, porque no era lo mismo hacer apología al “pornchic” con Kate Moss que con niñas de 11 años. Campañas de moda con modelos violentadas y hechas literalmente objetos causaron la ira de las defensoras de los derechos de las mujeres.*** Ni qué decir del fotógrafo indio que quiso denunciar a través de una editorial la cultura de la violación en la India en una época donde se registraron varios casos de abusos brutales****. No cayó nada bien en aquel país ni en el mundo. Hoy el activismo político y simbólico se ha conjugado en la tendencia “soft movement”, donde una pieza puede decirlo todo. Y no decir nada.
Aunque no en todos los casos suceden consecuencias contraproducentes: las piezas e imágenes pueden llegar a ser inspiradoras y a pesar del “activismo pop” que puedan encerrar, son símbolos políticos puros. Ver al actor Benedict Cumberbatch usar las camiseta de “That´s what a feminist looks like” representó para la causa del feminismo, revivida en la cultura pop gracias a Emma Watson, un soplo de aire fresco y viralización inmediata. Campañas como la de Tess Munster (#effortyourbeautystandards), a través de sus poderosas imágenes, lograron inspirar a miles de mujeres talla XXL. Y estrategias como las emparedar a las “mujeres reales” o personas del común al ponerlas como “rostros” de campañas, como el niño Brendan Jordan***** en “American Apparel” o a las bloggers “Anti- Target” como modelos de sus campañas*****, son buenos ejemplos de cómo se busca una representación por parte del creador de moda hacia sus consumidores.
Actualmente, las marcas de moda solo venden promesas de valor enfocadas en valores intangibles, como antes, también venden historias que quieren buscar ídolos reales e historias reales, muy de acuerdo con el espíritu de una época donde la “normalidad” se impone ante lo aspiracional.
Pero lo este elemento también puede verse encubierto tras esta apariencia. ¿Hasta dónde llega lo “light” y lo serio al mostrar tendencias políticas y sociales a través de la moda? ¿Cuál es el límite entre lo efímero, lo banal y lo seriamente representativo? ¿Hay fronteras o una mezcla de todos estos tres elementos?
De causas y consumidores
“Al principio, me pareció molesta la idea de que Karl usara estos eslogan de protestas en un tiempo en el que las manifestaciones en Beijing por la democracia, y las campañas a favor de la educación para las mujeres por todo el mundo, son temas literalmente vivos y muertos””, escribió Suzy Menkes cuando reseñó la nueva colección de Chanel primavera/verano 2015 , basada en una protesta feminista callejera, para luego elogiar a Lagerfeld por su iniciativa. Menkes fue una voz tal vez neutra ante un desfile que en una época donde el feminismo comenzó a tomarse la moda a través de consignas en playeras, escritos en revistas para mujeres y discursos como el de Emma Watson, fue la punta de lanza del movimiento. ¿Era otra idea brillante de Lagerfeld capturar el espíritu del momento, tal vez sí estaba de acuerdo con los postulados del nuevo feminismo a pesar de criticar a las mujeres pasadas de peso o era pura estrategia de marca? ¿Lagerfeld banalizaba el feminismo?
Quienes se atrevieron a cuestionar esto último fueron rápidamente aplastados por quienes aprobaron que en la moda por fin “hubiese una apología a un movimiento que lucha por los movimientos de las mujeres”. Tal vez luego de años de objetificar a las mujeres en revistas y hablarles de empoderamiento al mismo tiempo, y luego del surgimiento de las “plus – size”, era hora de encontrar que la moda, el pop y lo mainstream hablasen de un tema que tocaba a tantas mujeres.
Hubiese sonado grandioso, a no ser porque no pasó nada con ello. Tal y como en el mundo virtual, pronto otras causas comenzaron a vitalizarse y a morir en cuestión de días. Y el feminismo pop pasó sin pena ni gloria por la moda, tal y como una consigna callejera que quedó en el cesto de basura luego de la manifestación. Desde ahí, ninguna otra gran casa de moda se arriesgó a hablar de un tema que hoy por hoy sigue siendo cosa exclusiva de consumidores que no podrán comprar una prenda de pret a porter en su vida, pero que a través de campañas en Tumblr y otras iniciativas, llegan a adquirir notoriedad virtual para mostrar más iniciativas en pro de la diferencia y su entender del feminismo*******.
Pero, si se habla de otras causas, ¿Tendrá la de Anniken Jørgensen la misma suerte del “feminismo pop” ahora que denunció ante el mundo lo que se produce en las maquilas de la muerte? La blogger noruega ganó notoriedad por ir al reality “Sweatshop” y quedar deshecha ante las condiciones de las trabajadoras de Bangladesh*********. Muchos compartieron sus experiencias y en su país causó gran revuelo, tal y como sucedió en 2012 con la tragedia del Rana Plaza. De ahí surgieron movimientos como SlowFashion, Fashion Revolution u otros que buscan concientizar o dar uso a la ropa. Y muchos se unieron. Pero el resto de la humanidad siguió y sigue creyendo en las antiguas promesas de valor que venden las marcas en sus países: diseño barato, marca, lujo (en algunos casos). Y lamentablemente, tragedias como estas no llegan a impactarlos para cambiar sus hábitos de consumo.
En algo así no solo tiene que ver la moda y la obsolescencia programada que impuso la industria de la moda “rápida” : también es una cuestión cultural y mediática que ha funcionado siempre de la misma manera. Lo que llega a ser prioridad en la agenda informativa son noticias que afectan los intereses de algunos pocos países. Parece que sonara como discurso de marxista de los años 60, pero no lo es. En la película “Hotel Ruanda”, el camarógrafo interpretado por Joaquin Phoenix va a grabar las primeras masacres perpetradas por tutsis hacia hutus. Llega desanimado y asqueado de su trabajo. Sabe que lo que hizo no servirá de nada. Dice: “mostraremos estas horribles imágenes al mundo. Pero como no los tocan, la gente solo dirá, ‘qué espantoso, querido. Ahora pásame la sal’. Y cambiarán de canal”. Ruanda vs. La Guerra del Golfo. Bangladesh vs. La Guerra de Irak. Charlie Hebdo vs. Boko Haram. Si se está lejos se siente dolor por la tragedia de manera momentánea. Incluso se llega a tuitear. Pero la vida continúa.
Claro está, para algunas pequeñas minorías no será así y tratarán de buscar mejores opciones a la hora de consumir moda a través de causas que han logrado sacar adelante de manera persistente. Pero otra cosa son las grandes mayorías, que alimentarán un negocio que sigue creciendo en ferocidad. De otro modo no se explica el cómo, a pesar de toda la información y opciones al respecto, se agoten prendas de grandes marcas de fast fashion en cuestión de horas. Que cuando se ofrece un atisbo de exclusividad a través de un creador la tienda sea un campo de batalla o quizás un ave de presa dispuesto para una jauría hambrienta de moda.
Contestatarios, pero aún terriblemente compulsivos. La metáfora de la indignación y el activismo traducidas en mero consumo lo pudo resumir Victor Lenore en una entrevista sobre su libro sobre la cultura hipster “Indies, Hipsters y Gafapastas: Crónica de una dominación cultural”********:
“El libro ‘Consumer Republic’, de Bruce Philp, dice que los hipsters prefieren un consumismo que no produzca vergüenza sino orgullo, por eso compran café hecho con semillas orgánicas y este tipo de cosas, porque el mensaje es “puedo consumir y además, sentirme orgulloso de eso”. Luego, cuando tú abres una revista hipster nunca encuentras un informe sobre cómo afectan realmente este tipo de productos a las comunidades donde se producen, eso les da igual, lo que quieren es un paquete con un sello que diga “yo soy una persona consciente, soy una persona empática con los demás y conozco el mundo en el que vivo”, y en realidad se trata de todo lo contrario, por eso la tesis de mi libro es que la cultura hipster es una justificación del consumismo”
Por esta razón, en los tiempos actuales, la moda y política se alimentan de esta eterna contradicción, de la contradicción andante que puede indignarse ante una modelo talla cero en una imagen de marca y compartir la misma imagen creada por alguien de talla 16, pero que sucumbirá ante el abrigo “artsy” de temporada. Porque qué puede importar Bangladesh o Camboya cuando se puede tener por ínfimo precio, un atisbo de la colección de Céline o Valentino que a todos les hizo perder la cabeza.
Referencias:
Erner, Guillaume. Sociología de las Tendencias. Gustavo Gili- Moda. Barcelona, 2010.
*Victoria´s Secret y Calvin Klein se vieron envueltas en sendas polémicas en redes sociales el año pasado por el físico de sus modelos. La primera marca tuvo un episodio polémico con respecto a sus modelos, tanto que surgió una campaña con mujeres talla 16 para protestar. La segunda marca sufrió un malentendido con respecto a su nueva modelo. También fue TT en Twitter.
** No es la primera vez que grandes estamentos de la moda causan polémicas políticas o religiosas. Lagerfeld lo hizo en 1993 con un vestido usado por Claudia Schiffer con letras del Corán que causó la ira de sectores menos ortodoxos. Hussein Chalayan hizo lo mismo en el 97. Ahora bien, si se habla de salidas en falso de marcas, Zara tuvo que disculparse por una camiseta que vendió en Israel que recordaba al Holocausto nazi. Urban Outfitters sacó una playera ensangrentada que rememoraba una terrible masacre escolar en los años 70 (en un país donde esto representa una terrible problemática social). Hubo también indignación por la simpatía hacia Hitler como ícono kitsch en Tailandia. En cuanto a editoriales de moda, Vogue ha tenido que aprender a manejar con pinzas la delicada situación del mundo árabe luego de que hiciera un reportaje sobre Asma Al- Assad, esposa del dictador sirio Bashar Al- Assad. Pero no paró ahí: Sus editoriales con Tilda Swinton con una bandera palestina o la que recreó 20 años después con su modelo palestina (en la época en que se reanudaron los bombardeos israelíes contra Gaza), también causaron molestia.
*** Medios como Jezebel, portal feminista por excelencia, Bitch Media y Buzzfeed recopilaron en su tiempo imágenes de editoriales y campañas de moda donde la mujer sufría violencia sexual y física para causar indignación de las activistas feministas.
**** Luego de los brutales casos de violación registrados en India en los últimos tres años, el fotógrafo Raj Shetie pasó a ser un chivo expiatorio con una editorial que precisamente venía a denunciar esta situación. El fotógrafo dijo que solo era “arte”, pero los medios y activistas de su país lo condenaron por “frivolizar” la situación.
***** Brendan Jordan se hizo famoso el año pasado por bailar desenfadadamente en un video viral. A sus 15 años se declaró abiertamente gay, fan de Lady Gaga y admirador de American Apparel. También encabezó campañas contra el bullying por orientación sexual. Su admirada marca lo puso como rostro de su nueva campaña.
******Nicolette Mason, Chastity Garner, y Gabi Gregg, famosas bloggers “plus size” en Estados Unidos, criticaron a Target por no hacer ropa más allá de talla 16. Este año fueron rostros de su nueva campaña de tallas grandes.
******* Prueba de esto fueron las campañas virales para tinturarse las axilas, nacidas de una peluquera feminista en Seattle, o la misma campaña de la modelo Tess Munster. “Ugly Girls Club” invita a mostrar a las mujeres en su peor foto para desafiar estándares de belleza.
********* Jorgensen se enfrascó en un mediático pleito contra la gigantesca compañía sueca H&M luego de su participación en el reality. La compañía tuvo que enviar un estamento al periódico ABC de España para aclarar que hacía auditorías para “mejorar las condiciones de los trabajadores”.
********** Entrevista hecha por la reportera colombiana Nadia González a Victor Lenore en la Revista Cultural Sono http://revistaculturalsono.com/victor-lenore/
¿Qué piensas acerca de esto?
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.